Esta es una de las primeras historias que escribí, así que por favor, paciencia.
EL SECRETO DE EL
RIO DEL CASTILO
Salí apresuradamente de clase, recogiendo mis cosas sin cuidado, fui al
pasillo sin esperar a nadie, llegue a las escaleras las baje de dos en dos los
escalones, atravesé la puerta del edificio, con la mirada puesta en el suelo,
pase el patio esquiando a la gente, salí del instituto y me dirigí al autobús,
subí al vehículo velozmente, fui derechita a la zona del fondo, me senté al
lado derecho al lado de la ventana, me
senté y puse la mochila en el suelo, la abrí y saque el móvil, empecé a jugar al tetris. En ese momento aparecieron
alumnos de primero, me levante y les grite:
- Ocupado, la próxima vez sed más rápidos - les dije.
Se dirigieron hacia la parte delantera del autobús, detrás de ellos estaba
Ana y Paula.
- Lo has conseguido- me dijo Ana, cargada con la carpeta y la mochila-
después de dos semanas, lo hemos vuelto a conseguir, la zona de detrás es solo
nuestra.
Se sentaron al otro lado de la ventana contraria a la mía.
- ¿Donde están Maite y Aroa?- les pregunte.
- Tenían un examen muy importante a última hora de matemáticas- me dijo
Paula.
- Genial, ya empezamos con los exámenes finales, dentro de poco no podremos
salir ni a la puerta de la calle, ni asomarnos- les dije.
Me agache y abrí la mochila. Metí el móvil y extraje el libro de
valenciano, lo abrí por la pagina 100 y empecé a repasar las preposiciones,
tenía un examen el lunes del tema cinco.
- ¿Que tal examen chicas?-les pregunto Ana.
Alce la cabeza y allí estaban Aroa y Maite, parecían agotadas, seguramente
casi pierden el autobús, Aroa era una chica alta, pelo castillo, ojos marrones.
Maite era bajita, pelo rubio, ojos grises.
- Difícil pero más o menos, me ha salido bien- dijo Aroa.
-A mi me ha salido perfecto, si tengo suerte, sacare un diez- dijo Maite.
-Marina- levante la vista, ese era mi nombre, me dijo Aroa- salimos esta
tarde, a dar una vuelta, mañana no tengo exámenes.
-Vale, pásate por mi casa a las 6, abre acabado los deberes.
Eran las seis menos cinco, me había dado prisa por acabar los deberes, y
había estudiado valenciano y el examen final de sociales cuando toco alguien a
la puerta, salí de mi habitación y me dirigí a la puerta de entrada, cogí el
telefonillo.
-¿Quién es?
- Soy yo Aroa, cógete la bici.
- Vale, voy para allá- le dije
Me dirigí a el pasillo, abrí la primera puerta, allí estaba mi hermano con
su novia Diana. Mi hermano tenía la misma edad que yo.
- Me voy a dar una vuelta, volveré
dentro de un rato.
Salí de la habitación y me dirigí a la puerta, abrí y fui directa a la
parte de atrás, allí había un pequeño patio donde estaban las bicis, cogí la
mía, me monte y me dirigí a la valla, abrí la puerta, y allí estaba Aroa con su
bici apoyada con el pie izquierdo, detrás de ella había alguien más, forcé la
vista y lo vi, allí estaba Alan, era un chico con el pelo rubio y corto y ojos
marrones, con esa sonrisita.
-Me va enseñar un sitio, que descubrió con sus amigos, hace un tiempo.
Subí a la bici y seguí a Alan, no me caía muy bien, pero era un buen amigo
de Aroa, se dirigió a la derecha empezamos bajando una cuesta muy empinada, en
media cuesta entramos en un camino segundario, continuamos unos seiscientos
metros, paramos en medio de la carretera, estaba llena charcos, nos bajamos de
la bicis y nos adentramos en una zona donde estaba llena de arboles, dejamos
las bicis escondidas detrás de los arboles, nos adentramos, el lugar era un
bosque, como los de las pelis, en medio de aquella zona había un riachuelo, el
suelo estaba lleno de hoja, no había mucha luz, los arboles lo tapaban
completamente.
- ¡Es precioso, ahora entiendo porque me querías traer con tantas ganas ¡-
dijo Aroa.
En ese momento Aroa se acerco Alan, casi rozándole, se miraron e hicieron
una sonrisa, se pusieron rojos y apartaron la mirada, ¿para qué me había
traído? Para hacerle de testigo, suspire
hondo y me di la vuelta, empezaron a cuchichear y a reírse, me dirigí a las
bicis cogí la mía, comencé andar hacia la carretera.
- ¿Sabes que me conto mi hermano?-
dijo Alan – al final de este rio se encuentra un castillo ¿Qué te parece si vamos a ver si es verdad?
- Vale- dijo Aroa.
Aroa me miro y yo asentí, empezamos andar por al lado del rio, hasta que
unos arbóleles nos cortaron el camino, se habían derrumbado, debía ser por una
tormenta, aun no tenían las hojas secas, buscamos un camino segundario, a unos doscientos
metros había una salida, continuamos
lentamente, mientras caminábamos la parejita feliz, ni se miraba, hasta que por
fin se agarraron de la mano, que les va
dar algo por hacerlo, mire hacia otro
lado, aquel lugar daba miedo pero a la vez fascinaba, en la zona donde
vivo no había sitios como este por esta
zona, por aquí normalmente eran campos de cultivo o bancales abandonados, como
se había conseguido conservar aquello tan perfectamente, sin contaminación. Al
rato de la caminata, llegamos a unos bancales de oliveras, debíamos llevar
andando dos kilómetros, a los lejos,
distinguimos un edificio muy oscuro, rodeado por un gran murro de
piedra, también se podía ver una torre acabada en punta, se podía distinguir
varias ventanas, mire el reloj eran las siete, continuamos caminando hasta que
tuvimos que agacharnos para no ser vistos, cuando llegamos a la muralla, pegue
mi espalda para no ser vista, Aroa y Alan también se apoyaron, no sabíamos si
allí vivía alguien, hoy crujir ramas el otro lado, por el sonido parecía de una
sola persona, mantuve la respiración durante diez segundos, vi como se acercaba
la sombra, nos iban a coger, llamarían a nuestros padres, me castigarían de por
vida o peor y si los que se acercaban
nos harían algo peor, cerré los ojos, no podía ver mi fin, note que
alguien estaba allí, hoy su respiración, cuando abrí los ojos, allí no había
ningún viejo con una escopeta, había un chico de unos quince años, moreno con
un pequeña melenita, sus ojos eran de color verde con un toque de azul, su piel
era blanca.
- ¿Que hacéis vosotros aquí? – Dijo el misterios chico, giro la cabeza, me
agoró la mano y salió corriendo-¡Corred ¡
Salió corriendo empujando a mi detrás, Alan y Aroa corrían detrás nuestra,
no me di cuenta que nos perseguía hasta que detrás de ellos vi tres grandes
perros con cara de pocos amigos, tenían unos dientes muy grandes y además
afilados. Nos dirigimos al bosque, entramos en el riachuelo, mojándonos todos
los pies, continuamos por el arroyo durante diez minutos, habíamos ganado
ventaja, pero no duraría mucho, los sabuesos no se cansaban, y nosotros
sí. Continuamos sin poder para, hasta
que resbale con una piedra, casi caigo de espaldas, pero el chico me agarro y
me estiro con la mano para poder ponerme recta, seguimos hasta que de repente
entramos en una cueva difícil de ver por enredaderas que la tapaban. La cueva
era muy oscura, se podía distinguir que no era muy grande, el suelo vallado con
el agua del riachuelo, nos adentramos
lentamente, bajamos una pequeña cuesta, el agua me llevaba por las rodillas, al
fondo se podía distinguir suelo seco, tenía todas las zapatillas mojadas,
desenganche de la mano del chico, me senté lejos del agua y me acurruque, el se
acerco a mí y senté muy cerca de mi podía sentir su calor, el me sonrió,
escondí mi cabeza entre mis piernas.
- ¿Cómo te llamas?- me dijo, con voz
curiosa.
- Yo me llamo Aroa- dijo mientras se metía en medio de los dos - ¿Y tú?
Nunca te había visto por aquí, porque seguro había recordado eso ojos.
Él le sonrió, se levanto paso de
ella, y se puso de cuclillas junto a mí mientras me sonreía.
- Yo…- dije mientras tartamudeaba- Elisa, pero prefiero que me llamen,
Lisa.
- Yo me llamo Diego- me dijo- me acabo de mudar hace una semana, vivo por
los alrededores y quise investigar un poco la zona, salte una valla y llegue al
edificio, empezaron a perseguirme los perros, pero cuadro los despiste me
encontré con vosotros.
-Bueno- mire el reloj eran las siete y media- tengo que volver a casa.
-Te acompaño- me dijo mientras me
ayudaba a levantarme- así sabré donde vives.
Nos acompaño por la orilla del riachuelo, estuvimos hablando durante todo
el camino, de vez en cuando se oía Aroa con tono cabreado, cuando llegamos a a
la entrada, Diego me acompaño, lo lleve en mi bici, que tenía dos hierros para
subir gente, seguía cabreada, que no me hubiera llevado allí para ser su
testigo de su noviazgo con Alan. No teníamos ganas de llegar a casa, Aroa se
dirigió en la otra dirección, pase por mi casa tres veces, no quería que
acabara nunca cuando ya eran las ocho.
- Esta se tu casa es muy bonita- me dijo impresionado, me agarro de la mano
me acerco a él- espero verte pronto.
- Y yo a ti, Diego, bueno adiós.
Rebusque en mis bolsillos saque la
llave, abrí la valla lo vi allí plantado, con las manos en los bolsillos,
apoyado en la pierna izquierda, le eche una última mirada y la cerré.
Cuando llegue a casa estaba
totalmente manchada de tierra con un poco de verde, las zapatillas, estaban
completamente húmedas y totalmente embarradas mi madre cuando me vio, se
impresión tanto, que casi le salen los ojos de las orbitas, agacho la cabezo y
me señalo con la mano al aseo. Me duche durante dos horas y aunque el olor a
campo seguía. Mi madre no me dirigió la palabra en toda la cena, mi hermano se
reía por lo bajini cada dos por tres, pero yo no les hacía caso tenía mi mente
puesta en otro sitio, en unos verdes azulados.
Termine la cena, y me puse con la tele, después vino mi hermano y se
puso hablar con su novia por el móvil, después de quince minutos, empezaron a
con el cuelga, no cuelga tu, al final cogí el móvil y lo colgué yo.
- Pero que haces, estaba hablando
con mi novia- me dijo- la próxima vez no lo agás.
- Estabas a punto de colgar- le dije- solo te he ahorrado tiempo, si
hubierais seguido hablando así, os hubierais peleado por quien colgaba y
vuestra relación hubiera acabado.
Le dije poniendo un punto y final en la conversación.
- Tú no entiendes las relaciones -dijo en un tono sarcástico- yo al menos
tengo novia, señorita soledad.
- Tú que sabrás- le dije con tono de
me voy a poner a gritar- a ti las novias te duran dos semanas, y te suelen
dejar por chicos más guapos, pero lo peor es que todas uñen de ti cuando te ven
venir con esa cara de no tengo novia.
Hubo un silencio, repentino, mi hermano se quedo con la cara blanca, se
levanto del sofá se dirigió al cocina y.
- Mama, Elisa me ha insultado,
diciendo que las chicas uñen de mí, cuando ella no tiene novio desde hace nueve
meses.
Maldito niño, a veces parecía la encarnación del propio diablo, mi madre me
había castigado con irme a la cama a las nueve y media, y encima un viernes,
cogí mi mochila, saque valenciano y me puse a estudiar, no conseguía
concentrarme en el libro, deje el libro en el escritorio y me acosté en la
cama, de debajo de almohada saque el libro de lectura de este trimestre, no
conseguí pasar de la primera pagina, no pillaba ni como se llamaba el nombre
del capítulo, bufe y deje el libro bajo la almohada, cogí el bloc de dibujo que
estaba en la mesa, y me puse a dibujar, me deje llevar, y pinte aquel
misterioso castillo en el que había estado, le di un poco de color, unos tonos
marrones para el castillo, las ventanas de un negro oxidado, los alrededores de
verdes oscuros, deje el bloc de dibujo, y intente volver a la lectura pero no
pude concentrarme, me quede durmiendo enseguida.
Me desperté sobresaltada, estaba completamente sudada, me toque la frente,
no parecía tener fiebre, mire el despertador, eran las doce y media, me estire,
oía golpes desde mi ventana, debía ser lo que me había despertado, me levante
lentamente me dirigí al cristal y lo
abrí, allí estaba Diego.
- ¿Cómo has subido aquí,- le dije impresionada-eres spiderman?, ¿A qué has
venido?
- No tonta- dijo mientras reía- primero, donde guardas las bicis, es muy
fácil de subir al tejado, y segundo pero no menos importante, he venido aquí
porque se me había olvidado una cosa.
Se apoyo en la ventana, me acaricio la mejilla con las yemas de los dedos,
se acerco a mí y me beso, nunca había tenido esa sensación, me dio una ola de
calor por todo el cuerpo
- Bueno nos vemos- me dijo mientras se separaba de mi.
- Eso espero- le dije- la próxima vez, yo me colare en tu casa.
El me dedico una risita tonta, se
dio la vuelta y se dirigió hacia bajo, donde estaban las bicis, cuando lo perdí
de vista, mire hacia el cielo la luna y las estrellas se veían preciosas
aquella noche.
FIN
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