¡ ATENCIÓN!
Posee escenas de sexo explicitas, y lenguaje obsceno.
Posee escenas de sexo explicitas, y lenguaje obsceno.
Contiene Lemon, yo aviso, no quiero quejas. Posee spoiler de Bleach para quien no haya leído.
Es el primer lemon que escribo y no me atrevía a publicarlo, si no les gusta, no le lean, me gustaría, que por una vez alguien me comentara y me dijera: "Esta muy bien" o "Necesitas mejorar" Con un comentario seré feliz y aceptare cualquier petición.
Inoue, como la mayoría de los días, se sentaba en el sofá de su pequeño cuarto. Miraba siempre la pequeña ventana, por donde podía ver continuamente el cielo anochecido, aunque realmente no miraba. Sus pensamientos estaban en otro lado. Pensaba en sus amigos, en Ishida, en Chad, pero sobretodo en Kurosaki. Lo podía ver en su mente, su cabello anaranjado, sus ojos marrones como el chocolate, siempre dispuesto a ayudar a los demás. Sonrió triste al pensar que posiblemente jamas podría verlo más, no podría entregarle su primer beso, ni su virginidad. Aquellos pensamientos, la hicieron ruborizarse y sentirse aun más triste. Ella estaba sola, encerrada en aquel cuarto, con la única compañía del cuarto espada. No era muy agradable tenerlo como compañía, sobre todo por sus constantes humillaciones y por obligarla a comer aunque ella no quisiese.
Desde hacía varios días, había pensado en quitarse la vida, y la única forma de hacerlo era de hambre, pero le era imposible por culpa de Ulquiorra. El cuarto espada la obligaba a comer todos los días quisiese o no. Aquellos momentos estaban en su mente como recuerdos que le gustaría olvidar. No tenía ningun arma cerca, ni nada similar, y no creía que le fueran a dejar una para lo que pretendía.
No quería volver a ser una carga para nadie, y si aquella era la única forma, lo haría.
Una idea extraña, paso por su mente. Era descabellada, para que mentir, pero su única forma de que sus amigos no se arriesgasen. Posiblemente pasaría lo mismo que con Rukia, vendrían a salvarla, pero aquella vez podrían morir alguno de ellos y no era algo que se pudiera permitir, aunque tuviera que quitarse la vida para hacerlo.
Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta, que la puerta de su habitación se abrió dando paso a Ulquiorra, que observo a la muchacha con curiosidad, pero sin mostrarlo en ningun momento en su rostro. En su manos, portaba una bandeja con la comida de la muchacha.
-Mujer- pronuncio como siempre hacía desde que ella se había unido a Aizen- aquí tengo tu comida.
Inoue se levanto y cogió la bandeja y la dejo en el suelo.
-¿Te tengo que obligar a comer de nuevo mujer?- dijo sin mostrar nada en su rostro.
Inoue se giro hacía el hollow, mostrando determinación en su mirada. Sin previo aviso, se acerco a Ulquiorra con rapidez y cogió su zampakuto con agilidad, y apunto a Ulquiorra directamente a su cuello.
-¿Qué pretendes mujer?- dijo agarrando el filo de su propia arma y apartándola de su cuello.
Antes de que pudiese reaccionar, Inoue aparto el arma de Ulquiorra, dándole la vuelta al zampakuto, y apuntando a su propio cuerpo, más claramente a su corazón. El arrancar miro a la muchacha sin saber que hacer, no se esperaba aquella reacción de la humana. Tenía que mantenerla con vida, era la misión que le habían encomendado Aizen. Se abalanzo contra la muchacha, empujándola contra la pared, agarro el filo del zampakuto, lo lanzo al otro lado de la sala, y choco contra el suelo.
-¿Se puede saber que pretendes mujer?-repitió Ulquiorra.
-No lo se...- dijo a apunto de echarse a llorar.
Las lagrimas comenzaron a deslizarse por su rostro, y el llanto surgió de sus labios. Toda la frustración que había estado guardando durante todos aquellos días de encierro exploto de golpe. Ulquiorra no supo como reaccionar, ante el llanto de la muchacha, jamas le había ocurrido una situación similar como aquella, los hollows no tenían sentimientos de pena o de frustración, solo de odio o rabia. Inoue sin previo aviso, se abrazo a su cuello llorando en su hombro. El cuarto espada no le devolvió el abrazo, únicamente observo con curiosidad las reacciones de la humana. Sus hombros se convulsionaban con lentitud.
Cuando la muchacha dejo de llorar, Ulquiorra la miro, sus ojos estaban enrojecidos al igual que sus mejillas, en ellas aun quedaban restos de las lagrimas que habían surgido de sus ojos grises. El cuarto espada, recogió una de las lagrimas, con su dedo indice. La muchacha, por primera vez se dio cuenta de que estaba en brazos de Ulquiorra, se sintió avergonzada. Intento salir de los brazos del espada, pero algo dentro de ella la detuvo, sentía un hormigueo en el estomago, algo que nunca había sentido. También notaba sus mejillas enrojecidas levemente, apenas visibles si no te fijabas bien. El corazón de la muchacha comenzó a palpitar con fuerza en su pecho, como si del aleteo de un colibrí. Cerro los ojos y no supo como, beso a Ulquiorra. Al principio fue un simple roce, como si pensase que Orihime era una muñeca de crista y fuera romperse en cualquier momento. Sus labios se volvieron mas ágiles y cada vez más apasionados. El beso se volvió más acalorado tras unirse sus lenguas. Podía notar el hormigueo que antes estaba en su estomago, extenderse por todo su cuerpo. Abrazo con mayor fuerza a Ulquiorra y sin esperarlo, este le devolvió aquel gesto, agarrando su cintura y estrechándola contra si. Al contrario de lo que había pensado, el cuerpo de Ulquiorra estaba caliente, no frío como el hielo, como había pensado en un primer momento.
De golpe, Ulquiorra detuvo el beso bruscamente. Su respiración era agitada, y había perdido la compostura a la que estaba acostumbrada Orihime. Empujo a la muchacha contra la pared, recogió su zampakuto del suelo, y sin decir nada, salio de la sala. La muchacha siguió apoyada en la pared durante un rato, se deslizo hasta caer al suelo, y volvió al romper a llorara, pero esta vez su llanto duro horas.
Se sintió una basura, le había entregado a su enemigo, su primer beso, el que tenía reservado para Kuroaki ¿Qué había echo? Ahora, tenía ganas de morir. ¿ Cómo se había dejado llevar por la lujaría? Se acostó en el suelo, haciéndose una bola. Llego un momento, que las lagrimas que ya no surgían de sus ojos. Sintió o los temblores recorriéndole el cuerpo. Se levanto del suelo y se acostó en el sofá. En su cuerpo aun sentía aquel hormigueo, que le recorría el cuerpo.
Sollozo hasta quedar dormida. Soñó, como muchas otras noche anteriores, que Kurosaki la besaba, recorría su cuerpo con lentitud, haciéndola suyo. Pero aquel sueño, fue distinto, a mitad del sueño, el muchacho del cabello anaranjado desaparecía, siendo sustituido por Ulquiorra. Ella no lo rechazo.
Despertó, con su corazón palpitando en su pecho, y aquel hormigueo que le recorría el cuerpo, con mayor intensidad aun que antes. Se toco la frente, estaba sudando, se dio cuenta de que alguien le había echado una manta por encima mientras dormía. Se sentía extraña al pensar en el sueño que había tenido, ¿Qué le estaba pasando? Su pulso se aceleraba con mayor intensidad con solo pensarlo, y sus mejillas se enrojecían.
-¿Qué me has hecho mujer?
Orihime dio un respingo, a sus pies estaba sentado Ulquiorra. Apenas era capaz de verlo, solo con la luz de la luna que entraba por la ventana. Su rostro parecía ocurrirle algo, estaba desfigurado por una mascara de sufrimiento.
-¿Qué ocurre?- dijo soñolienta.
Sin previo aviso, Ulquiorra se abalanzo sobre la muchacha y la beso de nuevo, esta vez, con mayor intensidad que la anterior. Orihime sorprendida al principio no le devolvió el gesto, pero apenas duro unos instantes. Cuando sus lenguas estaban a punto de entrelazarse, Ulquiorra corto bruscamente el beso de nuevo, como horas atrás.
-¿Qué... me has hecho, mujer?- dijo con voz entrecortada, y respirando con dificultad.
-¿Y tu qué me has hecho a mí?- dijo Orihime acariciando su rostro con delicadeza- ¿Por qué te apareces en mis sueños, robándome mis besos?
La muchacha acerco el rostro del espada al suyo, y volvieron a besarse, pero aquella vez no se detuvo. Sus movimientos cada vez fueron más rápidos y apasionados, como si aquella fuera su ultima noche vivos, y debían de beber de aquellas sensaciones nuevas para los dos.
Orihime desabrocho la camisa de Ulquiorra, dejando al descubierto un cuerpo torneado, pero no exagerado. Recorrió las curvas de sus músculos con lentitud parando en el numero cuatro que había tatuado, y lo recorría con dedo indice, mientras el cuarto espada, descendía hasta su cuello, besándolo y mordiéndolo, haciendo que la muchacha gimiese de placer.
Aquel cosquilleo, fue sustituido por un calor abrasador, que le recorría el cuerpo entero como una ola de calor. Ulquiorra le desabrocho el vestido dejando al descubierto su puro cuerpo. El cuarto espada lo observo con fascinación, como si hubiera encontrado el mayor de los tesoros. Orihime se sonrojo ante aquella forma de mirarla, jamas se había sentido deseada por nadie de aquella forma.
Ulquiorra beso de nuevo los labios de Orihime, con mayor intensidad que antes, entrelazando sus lenguas en un baile de pasión y lujuria. Descendió hasta cuello, y de nuevo, lo beso y lo mordió de nuevo, haciendo que Orihime estallara de nuevo en gemidos. Sus movimientos cada vez eran más rápidos. Beso con dulzura la clavícula de la muchacha, mientras que la levantaba, y le desabrocho el sostén, dejando al descubierto sus prominentes senos. Ulquiorra lamió los pezones de Orhime, haciendo que estos se endurecieran al instante. Los gemidos de Inoue aumentaron, intento callarlos, porque su cuerpo le pedía justo lo contrario, quería que no se contuviese, que continuara.
Ulquiorra hizo descender sus manos hasta la cintura de la muchacha, topándose con sus bragas. El cuarto espada miro a Orihime esperando la respuesta de esta.
-Hazlo...- dijo respirando con dificultad.
Rozo con lentitud su sexo, incluso con las bragas puestas, podía notar la humedad. La muchacha, ante aquel contacto, gimió. Ulquiorra, la miro con curiosidad, ante aquellas reacciones. La volvió a besar, mientras jugueteaba con el clítoris de la muchacha. Orihime no dejaba de gemir entre el descanso de cada de beso. Hasta que finalmente, sintió como una oleada de placer le recorría por dentro, como una ola de calor. Arqueo la espalda, reprimiendo un gemido.
Ulquiorra observo el cuerpo de la muchacha, fascinado por sus perfectas curvas, sus senos prominentes, su rostro excitado, hasta el punto de enrojecerse, su sexo completamente empapado. Era solamente para el, sin que nadie pudiese detenerle. Aunque en su rostro no había ninguna emoción, por dentro estaba más excitado que nunca. No pudo resistirlo más, y continuo.
Con lentitud, deslizo las bragas de la muchachas por sus muslos, hasta que pudo contemplar con plenitud su parte más intima, que ningun hombre antes había visto y ahora era todo suyo. Había llegado la hora. Se desabrocho el pantalón y lo dejo caer al suelo, quedándose completamente desnudo. Orihime abrió mucho los ojos al verlo sin una prenda de ropa, por primera vez, se dio cuenta de que estaba a punto de hacer. ¿Podía parar? ¿O ya era demasiado tarde para retroceder? Por la mente de Orihime pasaron muchas ideas distintas, de las opciones que tenía en aquellos momentos, pero no le dio tiempo a pensarlo mucho.
Ulquiorra se poso encima suya, con delicadeza, mientras la besaba de nuevo. Orihime se entrego a sus caricias y abrazos, dejando de lado todos sus problemas y todas las ideas que le pasaron por cabeza. Lo abrazo por el cuello, mientras acariciaba su cabello negro. La muchacha sintió como Ulquiorra se adentraba en su sexo con lentitud, noto como una punzada de dolor, se mordió el labio inferior intentando no gritar. Una lagrima se derramo por su rostro.
-Tranquila- dijo Ulquiorra al oído, con la voz entrecortada- se te pasara, Orihime.
Aquel dolor paso a un segundo plano, por primera vez la llamo por su nombre. Pero sus pensamientos se interrumpieron al momento. Sintió como el miembro de Ulquiorra se movía con lentitud dentro, como una danza. El dolor perduro durante los primeros movimientos, pero fue desapareciendo con lentitud. Ulquiorra noto como su cuerpo se iba relajando con lentitud, la tensión fue desapareciendo. El cuarto, supo, que, sin necesidad de palabras ya era la hora de aumentar el ritmo.
Orihime noto como las embestidas iban aumentando y cada vez eran más salvajes, y ella quería más. Enredo las piernas en su cuerpo, sintiendo como su cuerpo se pegaba al del cuarto espada. Cada vez eran más salvajes, la muchacha podía notar que ya estaba llegando a su limite, que no podría resistirlo más. Orihime gemía sin parrar, y Ulquiorra intentaba a callarlos con besos.
Los movimientos se hicieron aun más rápidos hasta que llego el momento más esperado, el orgasmo. Un gemido se escapo de entre sus labios, más fuerte que lo anteriores. Sintió como la llenaban por dentro, mientras aquella sensación le recorría por dentro con mayor fiereza que las veces anteriores. Se abrazo con mayor fuerza a la cintura de Ulquiorra, cuando noto unas lagrimas de felicidad se derramaban por su rostro. Pero aquello no fue lo mejor. Pudo escuchar los gemidos provenientes de Ulquiorra. Lo miro sorprendida, había perdido su control perfecto, del que tan orgulloso se sentía.
El muchacho se dejo caer sobre el sofá junto con Orihime, que se acurruco en su pecho. ¿Lo qué habían hecho estaba mal? ¿Se arrepentiría algún día de lo que había hecho? Puede que sí. Pero en aquel momento les pertenecía solo a ellos dos, el futuro no importaba.
Sollozo hasta quedar dormida. Soñó, como muchas otras noche anteriores, que Kurosaki la besaba, recorría su cuerpo con lentitud, haciéndola suyo. Pero aquel sueño, fue distinto, a mitad del sueño, el muchacho del cabello anaranjado desaparecía, siendo sustituido por Ulquiorra. Ella no lo rechazo.
Despertó, con su corazón palpitando en su pecho, y aquel hormigueo que le recorría el cuerpo, con mayor intensidad aun que antes. Se toco la frente, estaba sudando, se dio cuenta de que alguien le había echado una manta por encima mientras dormía. Se sentía extraña al pensar en el sueño que había tenido, ¿Qué le estaba pasando? Su pulso se aceleraba con mayor intensidad con solo pensarlo, y sus mejillas se enrojecían.
-¿Qué me has hecho mujer?
Orihime dio un respingo, a sus pies estaba sentado Ulquiorra. Apenas era capaz de verlo, solo con la luz de la luna que entraba por la ventana. Su rostro parecía ocurrirle algo, estaba desfigurado por una mascara de sufrimiento.
-¿Qué ocurre?- dijo soñolienta.
Sin previo aviso, Ulquiorra se abalanzo sobre la muchacha y la beso de nuevo, esta vez, con mayor intensidad que la anterior. Orihime sorprendida al principio no le devolvió el gesto, pero apenas duro unos instantes. Cuando sus lenguas estaban a punto de entrelazarse, Ulquiorra corto bruscamente el beso de nuevo, como horas atrás.
-¿Qué... me has hecho, mujer?- dijo con voz entrecortada, y respirando con dificultad.
-¿Y tu qué me has hecho a mí?- dijo Orihime acariciando su rostro con delicadeza- ¿Por qué te apareces en mis sueños, robándome mis besos?
La muchacha acerco el rostro del espada al suyo, y volvieron a besarse, pero aquella vez no se detuvo. Sus movimientos cada vez fueron más rápidos y apasionados, como si aquella fuera su ultima noche vivos, y debían de beber de aquellas sensaciones nuevas para los dos.
Orihime desabrocho la camisa de Ulquiorra, dejando al descubierto un cuerpo torneado, pero no exagerado. Recorrió las curvas de sus músculos con lentitud parando en el numero cuatro que había tatuado, y lo recorría con dedo indice, mientras el cuarto espada, descendía hasta su cuello, besándolo y mordiéndolo, haciendo que la muchacha gimiese de placer.
Aquel cosquilleo, fue sustituido por un calor abrasador, que le recorría el cuerpo entero como una ola de calor. Ulquiorra le desabrocho el vestido dejando al descubierto su puro cuerpo. El cuarto espada lo observo con fascinación, como si hubiera encontrado el mayor de los tesoros. Orihime se sonrojo ante aquella forma de mirarla, jamas se había sentido deseada por nadie de aquella forma.
Ulquiorra beso de nuevo los labios de Orihime, con mayor intensidad que antes, entrelazando sus lenguas en un baile de pasión y lujuria. Descendió hasta cuello, y de nuevo, lo beso y lo mordió de nuevo, haciendo que Orihime estallara de nuevo en gemidos. Sus movimientos cada vez eran más rápidos. Beso con dulzura la clavícula de la muchacha, mientras que la levantaba, y le desabrocho el sostén, dejando al descubierto sus prominentes senos. Ulquiorra lamió los pezones de Orhime, haciendo que estos se endurecieran al instante. Los gemidos de Inoue aumentaron, intento callarlos, porque su cuerpo le pedía justo lo contrario, quería que no se contuviese, que continuara.
Ulquiorra hizo descender sus manos hasta la cintura de la muchacha, topándose con sus bragas. El cuarto espada miro a Orihime esperando la respuesta de esta.
-Hazlo...- dijo respirando con dificultad.
Rozo con lentitud su sexo, incluso con las bragas puestas, podía notar la humedad. La muchacha, ante aquel contacto, gimió. Ulquiorra, la miro con curiosidad, ante aquellas reacciones. La volvió a besar, mientras jugueteaba con el clítoris de la muchacha. Orihime no dejaba de gemir entre el descanso de cada de beso. Hasta que finalmente, sintió como una oleada de placer le recorría por dentro, como una ola de calor. Arqueo la espalda, reprimiendo un gemido.
Ulquiorra observo el cuerpo de la muchacha, fascinado por sus perfectas curvas, sus senos prominentes, su rostro excitado, hasta el punto de enrojecerse, su sexo completamente empapado. Era solamente para el, sin que nadie pudiese detenerle. Aunque en su rostro no había ninguna emoción, por dentro estaba más excitado que nunca. No pudo resistirlo más, y continuo.
Con lentitud, deslizo las bragas de la muchachas por sus muslos, hasta que pudo contemplar con plenitud su parte más intima, que ningun hombre antes había visto y ahora era todo suyo. Había llegado la hora. Se desabrocho el pantalón y lo dejo caer al suelo, quedándose completamente desnudo. Orihime abrió mucho los ojos al verlo sin una prenda de ropa, por primera vez, se dio cuenta de que estaba a punto de hacer. ¿Podía parar? ¿O ya era demasiado tarde para retroceder? Por la mente de Orihime pasaron muchas ideas distintas, de las opciones que tenía en aquellos momentos, pero no le dio tiempo a pensarlo mucho.
Ulquiorra se poso encima suya, con delicadeza, mientras la besaba de nuevo. Orihime se entrego a sus caricias y abrazos, dejando de lado todos sus problemas y todas las ideas que le pasaron por cabeza. Lo abrazo por el cuello, mientras acariciaba su cabello negro. La muchacha sintió como Ulquiorra se adentraba en su sexo con lentitud, noto como una punzada de dolor, se mordió el labio inferior intentando no gritar. Una lagrima se derramo por su rostro.
-Tranquila- dijo Ulquiorra al oído, con la voz entrecortada- se te pasara, Orihime.
Aquel dolor paso a un segundo plano, por primera vez la llamo por su nombre. Pero sus pensamientos se interrumpieron al momento. Sintió como el miembro de Ulquiorra se movía con lentitud dentro, como una danza. El dolor perduro durante los primeros movimientos, pero fue desapareciendo con lentitud. Ulquiorra noto como su cuerpo se iba relajando con lentitud, la tensión fue desapareciendo. El cuarto, supo, que, sin necesidad de palabras ya era la hora de aumentar el ritmo.
Orihime noto como las embestidas iban aumentando y cada vez eran más salvajes, y ella quería más. Enredo las piernas en su cuerpo, sintiendo como su cuerpo se pegaba al del cuarto espada. Cada vez eran más salvajes, la muchacha podía notar que ya estaba llegando a su limite, que no podría resistirlo más. Orihime gemía sin parrar, y Ulquiorra intentaba a callarlos con besos.
Los movimientos se hicieron aun más rápidos hasta que llego el momento más esperado, el orgasmo. Un gemido se escapo de entre sus labios, más fuerte que lo anteriores. Sintió como la llenaban por dentro, mientras aquella sensación le recorría por dentro con mayor fiereza que las veces anteriores. Se abrazo con mayor fuerza a la cintura de Ulquiorra, cuando noto unas lagrimas de felicidad se derramaban por su rostro. Pero aquello no fue lo mejor. Pudo escuchar los gemidos provenientes de Ulquiorra. Lo miro sorprendida, había perdido su control perfecto, del que tan orgulloso se sentía.
El muchacho se dejo caer sobre el sofá junto con Orihime, que se acurruco en su pecho. ¿Lo qué habían hecho estaba mal? ¿Se arrepentiría algún día de lo que había hecho? Puede que sí. Pero en aquel momento les pertenecía solo a ellos dos, el futuro no importaba.