Hace unos días no pude actualizar el blog por problemas con mi navegador ( ya esta solucionado) y hacía días que no podía actualizar, espero poder actualizar diariamente de nuevo, y presentar nuevas historias que estoy preparando.
¿Recuerdan lo que les dije sobre el concurso en que participaría? El tema sera uno en concreto y algo cutre, no creo que la publique, -.- así que la historia que e estado preparando desde hace unos días la are más extensa y la subiré como una historia de un solo capitulo.
Espero sus comentarios.
lunes, 21 de enero de 2013
Torre de dios. Personajes fanfic.
Para que os hagáis una idea de los nuevos personajes que han aparecido en este ultimo capitulo aquí les dejo las imágenes. Más adelante revelare sus nombres, aunque si han leído torre de dios, los sabrán identificar. Iré actualizando conforme vayan apareciendo nombres y nuevos personajes.
Cabeza plateada o rapada. Se une junto con el pinta de osito para acabar con el miembro de FUG
Chico rubio con cuernos rojos en la nuca ( se ve en la imagen a los lados) es el que lanza las bombas contra el miembro de FUG.
El hombre con pinta de osito ( en la imagen no se aprecia pero se parece) que se une junto con el cabeza plateada para acabar con el miembro de FUG.
Mujer con gafas, apenas aparece a principio del capitulo.
Niña que aparece a principio del capitulo.
Miembro de FUG, en sus manos se pueden ver las llamas azules que utiliza para atacar. La falda o manto que lleva atado a la cintura, los círculos rojos, son la marca de Fug.
Cabeza plateada o rapada. Se une junto con el pinta de osito para acabar con el miembro de FUG
Chico rubio con cuernos rojos en la nuca ( se ve en la imagen a los lados) es el que lanza las bombas contra el miembro de FUG.
El hombre con pinta de osito ( en la imagen no se aprecia pero se parece) que se une junto con el cabeza plateada para acabar con el miembro de FUG.
Mujer con gafas, apenas aparece a principio del capitulo.
Niña que aparece a principio del capitulo.
Miembro de FUG, en sus manos se pueden ver las llamas azules que utiliza para atacar. La falda o manto que lleva atado a la cintura, los círculos rojos, son la marca de Fug.
Torre de dios. Piso 20. Guardián: ¿? Evaluador:¿? Prueba: Ultima oportunidad.
Torre de dios. Piso 20. Guardián: ¿? Evaluador:¿? Prueba: Ultima oportunidad.
La muchacha cerro los ojos, respiro hondo e intento concentrarse por séptima vez desde hacía una hora. Sintió como el shinsoo de la zona se concentraba en sus manos. Abrió uno de los ojos y vio una pequeña luz, flotando. Volvió a cerrar los ojos, y siguió concentrándose, formando una nueva luz en su mano. Respiro hondo de nuevo, preparándose para abrir un tercer compartimento. Se concentro aun más que las veces anteriores, incluso pudo notar una gota de sudor descendiendo por su frente. La tercera luz estaba a punto de formarse, cuando, algo impacto en su cabeza, haciendo que perdiera por completo la concentración. Enfada se quito la camiseta de Zoe de la cara.
-Yo no he sido- dijeron las dos a la vez.
Mizi se levanto del suelo y recogió la camiseta con la que había sido golpeada hacía unos momentos.
-Estoy harta de que cada vez que intente entrenarme- dijo lanzando la camiseta de Zoe a su legitima dueña- os pongáis a pelear.
Enfadada, Mizi, se dirigió a la entrada del piso y con enfado, cerro la puerta, dejando a las dos muchachas solas en el apartamento.
Hacía siete años que habían abandonado el segundo piso, y aun le parecía que había sido ayer. Estaban en el piso veinte, atascadas desde hacía dos años, pero no era lo único por lo que estaban atascadas en aquel lugar. Durante una de las pruebas de los pisos inferiores, Mizi resulto herida de gravedad y tuvo que guardar reposo durante un año, las únicas que se quedaron atrás para esperarla fueron Zoe y Utau. Ella misma les pidió a las demás que se fueran sin ella. Habían perdido la pista de sus compañeras hacía tiempo, lo único que esperaba es que estuvieran bien.
Perdida en sus pensamientos deambulo durante un rato, hasta que noto que el estomago comenzó a rugir y volvió al apartamento. A partir del piso tres, si fallabas un prueba podías volver a tomarla, pero pagando una gran suma de puntos. También podías alquilar un apartamento, aunque costaba mucho puntos. Ellas tres compartían uno muy pequeño, apenas cabían en el.
Cuando volvió al apartamento, encontró a Utau cocinando, y a Zoe tirada en el sofá Mientras que ella había estado fuera, debían de haber tenido una pelea, como solía pasar, aunque la mayoría de las veces, era delante suya. su relación se había resentido en los últimos meses. Habían perdido muchos puntos en las anteriores pruebas, y apenas les quedaban para tomar la siguiente, aquella sería su ultima oportunidad.
Tomarían la prueba aquella misma tarde, y podría ser su fin como equipo, ya que sus lazos se estaban rompiendo. Aquella podría ser su ultima oportunidad para continuar siendo amigas.
Ayudo a prepara la comida a Utau, ya que parecía ir muy aturada. Una de las formas que tenía para desahogarse era cocinando, ya que no podía golpearse con nadie desde hacía meses, que habían tomado la ultima prueba y Zoe no tenía muchas ganas de que entrenar con ella, ya que últimamente se llevaban como el perro y el gato.
Comieron en silencio, con el único sonido de los cubiertos golpeando el plato. Mizi respiro hondo, la siguiente prueba podría alegrarlo todo o destruirlo por completo, necesitaban pasarla, o podría ser su fin como equipo y amigas. Terminaron de comer y Zoe fregó los platos, y después cada una se preparo para en solitario para la siguiente prueba. Para Mizi todo aquello era difícil, pero tenía que ser fuerte por ellas dos.
Zoe se encontraba en un ascensor, esperando a que llegara al piso para realizar la prueba, las habían separado al principio y hacía un rato que no sabía nada de las demás. Estaba preocupada por Mizi, había estado preocupada por el resentimiento que tenía hacía Utau desde hacía meses. Aunque a ella le daba igual, no quería que su amiga se sintiera mal por su culpa, por eso preferían discutir cuando ella no estaba delante, pero normalmente lo hacían en cualquier momento.
El ascensor se paro en seco, haciéndola volver a la realidad de golpe, recordó lo que le había dicho el evaluador, cada diez minutos entraría un regular, y hasta llegar a diez. Los que hubieran sobrevivido pasarían a la siguiente prueba, algo fácil, esperaba no encontrarse con regulares que tuvieran ganas de pelear. La puertas se abrieron dejándola pasar, a una sala, en forma circular, con una claraboya en lo alto, pero parecía que no era la primera en llegar, habían un grupo de regulares, allí reunidos, y no parecían muy felices.
Había una niña demasiado pequeña, un hombre muy grande, como un oso, una mujer de grandes gafas, un chico rubio con cuernos en la nuca, un hombre alto de cabeza plateada y rapada, y un muchacho de cabello castaño oscuro bastante largo para ser un chico.
Parecía que el muchacho de cabello castaño se había rebelado contra los demás, Zoe lo miro mejor, no parecía ser muy poderoso, incluso parecían igual de altos. No entendía nada. El hombre con pinta de oso, intento tranquilizarlo, pero este tenía ganas de pelea.
El muchacho de cabello castaño comenzó a pelear con el hombre con pinta de oso, y el alto de cabeza plateada, pero se deshizo de ellos de un plumazo. De sus manos salieron unas especies de llamas azul oscuro, que arremetieron contra los dos hombres, que fueron lanzados contra las paredes. Zoe se quedo paralizada y abrió mucho los ojos, ¿Como era capaz un regular del piso veinte producir aquella destrucción?
-Esa marca...-dijo la chica de las gafas extremadamente grandes- podría ser... ¿FUG?.
-Es imposible- dijo el chico rubio.
Pero la mente de Zoe dejo de escuchar y observo más detenidamente al muchacho. Su cabello castaño oscuro, lo llevaba recogido en una coleta alta, y el flequillo le tapaba los ojos. Su piel era impoluta y muy clara, vestía con un jersey negro, y lo que parecía una tela atada a su cintura, negra, en ella estaba la marca de la que había nombrado la otra chica, eran circunferencias rojas, en ellas había otras más pequeñas negras. Llevaba unos zapatos de vestir marrones.
La mente de Zoe se centro en una cosa Jem. En su mirada completamente perdida, sin el brillo de la vida que tanto le caracterizaba. La rabia le consumía por dentro como un veneno, por primera vez en mucho tiempo, tenía a un miembro de aquella organización. Solo se le ocurría una cosa. Muerte. Sin pensárselo dos veces se lanzo contra el.
Su mano se ilumino como tantas veces había hecho, se había hecho fuerte durante aquellos años. Había entrenado muy duro durante horas, para llegar hasta aquel momento. Cogió desprevenido al muchacho, pero con rapidez consiguió esquivarlo con un elegante movimiento de piernas, concentre de nuevo el shinso, pero ya fue demasiado tarde, de su mano derecha, apareció una especie de llama azul oscuro. Aquel extraño poder se extendió como una honda, haciéndola chocar contra la pared con gran fuerza.
Entonces de golpe, la puerta se abrió dando paso a un nuevo participante, que resulto ser Mizi. El miembro de FUG se lanzo contra ella con aquella llama azul que casi la mata. Zoe se levanto con la mayor rapidez, reforzando su velocidad con shinsoo, consiguió tirar al suelo a Mizi, agarrándola de la mano justo en el momento que su poder choco contra la puerta, y la daño seriamente. El muchacho reacciono con rapidez, su puño cerrado, intento volver a golpearlas, pero, consiguieron rodar por el suelo a tiempo. Arrastrándose como pudieron, hasta quedar de pie y alejarse de su atacante.
-¿ Quién es?- dijo Mizi algo agobiada, se le podía notar que le faltaba el aire por aquel momento.
-Un miembro de FUG- dijo Zoe tragando saliva, era hora de ponerse sería, tendría que utilizarlo quisiese o no- Mizi aléjate.
La muchacha miro a su amiga a preocupada, Zoe le sonrió para tranquilizarla, aunque ni ella misma estaba segura de que fuera a funcionar, aun lo estaba perfeccionando. Alzo su brazo y lo sostuvo en alto, sujetándolo con el otro. El miembro de FUG no le hacía casó en aquel momento, el hombre con pinta de oso y el de cabeza plateada estaban muy ocupados luchando entre sí, como para preocuparse de lo que planearan ella. Parecían haber unido fuerzas para acabar con el muchacho.
-Perfecto...-murmuro Zoe.
En su mano comenzó a concentrarse una masa negra que lo rodeaba, a su alrededor se formaban reacciones eléctricas, como electricidad de colo negro. Aquello ocurría por la unión de su haki junto con el shinsoo de la zona, lo había descubierta hacía unos años, pero no había conseguido perfeccionar hasta hacía unos días. Justo en aquel momento en que su ataque finalizaba, el muchacho se deshizo de los otros dos regulares.
-Comete esto-dijo, libero su ataque, una columna negra salio disparada desde su brazo.
La columna negra, toco la pierna del muchacho que lo hizo caer de rodillas. Pero apenas fueron unos segundos, porque enseguida se levanto otra vez como si no hubiese ocurrido nada, aquello hizo enfadar a Zoe, más de lo que estaba. Pero no les presto atención a ninguna de las dos, miro al chico rubio y empezó a perseguirle, como su próximo objetivo. El chico rubio con cuernos ojos en la nuca huyo como un despavorido, mientras lanzaba bombas de shinsoo, que apenas parecían hacerle efecto.
-¿Es idiota?- pregunto Mizi más relajada.
-Eso creo- dijo mientras observaba al muchacho rubio gritando como una nena, por toda la sala.
El miembro de FUG lo alcanzo y lo hizo caer de espaldas agarrándolo de sus cuernos rojos. Su mano se formo de nuevo aquel fuego azul y lo golpe, pero se giro a un lado, su mano se choco contra el suelo, formando un cráter como si allí hubiera caído un meteorito. Esta vez el miembro de FUG parecía querer asegurarse de que moriría, formando el fuego azul en sus dos manos. El chico rubio saco una bomba más de cinturón, y se parto rulando en el suelo. Una gran nube de polvo se formo. Entonces tosió. El miembro de FUG estaba herido, Zoe abrió los ojos como platos, no podía creerse lo que estaba sucediendo, un ataque que había tardado años en perfeccionar, apenas le había rozado, y una bomba que ni si quiera contenía shinsoo le había toser sangre y sufrir heridas.
-¿Por que te quedas mirando?- grito el hombre de la cabeza plateada- ¡Dale otro golpe, ¿Por qué pierdes tu oportunidad? Idiota!
El muchacho rubio parecía dudar, pero enseguida reacciono lanzando una segunda bomba, que provoco una nube de polvo. En cuanto se disipo pudieron verlo, una especie de exoesqueleto rojo, que surgía del miembro de FUG, sus heridas se curaron con lentitud hasta no quedar ninguna, como si no hubiera ocurrido nada.
-¿Qué es eso?- le pregunto Zoe.
-Jamas había visto algo similar- dijo Mizi tragando saliva- ni si quiera algo parecido.
El exoesqueleto rojo, desapareció, entonces, el muchacho se levanto del suelo como si no hubiese ocurrido nada, dirigió su mirada hacía le chico rubio. Pero un pitido que resonó por toda la sal dio por finalizada la prueba.
Zoe se encontraba en un ascensor, esperando a que llegara al piso para realizar la prueba, las habían separado al principio y hacía un rato que no sabía nada de las demás. Estaba preocupada por Mizi, había estado preocupada por el resentimiento que tenía hacía Utau desde hacía meses. Aunque a ella le daba igual, no quería que su amiga se sintiera mal por su culpa, por eso preferían discutir cuando ella no estaba delante, pero normalmente lo hacían en cualquier momento.
El ascensor se paro en seco, haciéndola volver a la realidad de golpe, recordó lo que le había dicho el evaluador, cada diez minutos entraría un regular, y hasta llegar a diez. Los que hubieran sobrevivido pasarían a la siguiente prueba, algo fácil, esperaba no encontrarse con regulares que tuvieran ganas de pelear. La puertas se abrieron dejándola pasar, a una sala, en forma circular, con una claraboya en lo alto, pero parecía que no era la primera en llegar, habían un grupo de regulares, allí reunidos, y no parecían muy felices.
Había una niña demasiado pequeña, un hombre muy grande, como un oso, una mujer de grandes gafas, un chico rubio con cuernos en la nuca, un hombre alto de cabeza plateada y rapada, y un muchacho de cabello castaño oscuro bastante largo para ser un chico.
Parecía que el muchacho de cabello castaño se había rebelado contra los demás, Zoe lo miro mejor, no parecía ser muy poderoso, incluso parecían igual de altos. No entendía nada. El hombre con pinta de oso, intento tranquilizarlo, pero este tenía ganas de pelea.
El muchacho de cabello castaño comenzó a pelear con el hombre con pinta de oso, y el alto de cabeza plateada, pero se deshizo de ellos de un plumazo. De sus manos salieron unas especies de llamas azul oscuro, que arremetieron contra los dos hombres, que fueron lanzados contra las paredes. Zoe se quedo paralizada y abrió mucho los ojos, ¿Como era capaz un regular del piso veinte producir aquella destrucción?
-Esa marca...-dijo la chica de las gafas extremadamente grandes- podría ser... ¿FUG?.
-Es imposible- dijo el chico rubio.
Pero la mente de Zoe dejo de escuchar y observo más detenidamente al muchacho. Su cabello castaño oscuro, lo llevaba recogido en una coleta alta, y el flequillo le tapaba los ojos. Su piel era impoluta y muy clara, vestía con un jersey negro, y lo que parecía una tela atada a su cintura, negra, en ella estaba la marca de la que había nombrado la otra chica, eran circunferencias rojas, en ellas había otras más pequeñas negras. Llevaba unos zapatos de vestir marrones.
La mente de Zoe se centro en una cosa Jem. En su mirada completamente perdida, sin el brillo de la vida que tanto le caracterizaba. La rabia le consumía por dentro como un veneno, por primera vez en mucho tiempo, tenía a un miembro de aquella organización. Solo se le ocurría una cosa. Muerte. Sin pensárselo dos veces se lanzo contra el.
Su mano se ilumino como tantas veces había hecho, se había hecho fuerte durante aquellos años. Había entrenado muy duro durante horas, para llegar hasta aquel momento. Cogió desprevenido al muchacho, pero con rapidez consiguió esquivarlo con un elegante movimiento de piernas, concentre de nuevo el shinso, pero ya fue demasiado tarde, de su mano derecha, apareció una especie de llama azul oscuro. Aquel extraño poder se extendió como una honda, haciéndola chocar contra la pared con gran fuerza.
Entonces de golpe, la puerta se abrió dando paso a un nuevo participante, que resulto ser Mizi. El miembro de FUG se lanzo contra ella con aquella llama azul que casi la mata. Zoe se levanto con la mayor rapidez, reforzando su velocidad con shinsoo, consiguió tirar al suelo a Mizi, agarrándola de la mano justo en el momento que su poder choco contra la puerta, y la daño seriamente. El muchacho reacciono con rapidez, su puño cerrado, intento volver a golpearlas, pero, consiguieron rodar por el suelo a tiempo. Arrastrándose como pudieron, hasta quedar de pie y alejarse de su atacante.
-¿ Quién es?- dijo Mizi algo agobiada, se le podía notar que le faltaba el aire por aquel momento.
-Un miembro de FUG- dijo Zoe tragando saliva, era hora de ponerse sería, tendría que utilizarlo quisiese o no- Mizi aléjate.
La muchacha miro a su amiga a preocupada, Zoe le sonrió para tranquilizarla, aunque ni ella misma estaba segura de que fuera a funcionar, aun lo estaba perfeccionando. Alzo su brazo y lo sostuvo en alto, sujetándolo con el otro. El miembro de FUG no le hacía casó en aquel momento, el hombre con pinta de oso y el de cabeza plateada estaban muy ocupados luchando entre sí, como para preocuparse de lo que planearan ella. Parecían haber unido fuerzas para acabar con el muchacho.
-Perfecto...-murmuro Zoe.
En su mano comenzó a concentrarse una masa negra que lo rodeaba, a su alrededor se formaban reacciones eléctricas, como electricidad de colo negro. Aquello ocurría por la unión de su haki junto con el shinsoo de la zona, lo había descubierta hacía unos años, pero no había conseguido perfeccionar hasta hacía unos días. Justo en aquel momento en que su ataque finalizaba, el muchacho se deshizo de los otros dos regulares.
-Comete esto-dijo, libero su ataque, una columna negra salio disparada desde su brazo.
La columna negra, toco la pierna del muchacho que lo hizo caer de rodillas. Pero apenas fueron unos segundos, porque enseguida se levanto otra vez como si no hubiese ocurrido nada, aquello hizo enfadar a Zoe, más de lo que estaba. Pero no les presto atención a ninguna de las dos, miro al chico rubio y empezó a perseguirle, como su próximo objetivo. El chico rubio con cuernos ojos en la nuca huyo como un despavorido, mientras lanzaba bombas de shinsoo, que apenas parecían hacerle efecto.
-¿Es idiota?- pregunto Mizi más relajada.
-Eso creo- dijo mientras observaba al muchacho rubio gritando como una nena, por toda la sala.
El miembro de FUG lo alcanzo y lo hizo caer de espaldas agarrándolo de sus cuernos rojos. Su mano se formo de nuevo aquel fuego azul y lo golpe, pero se giro a un lado, su mano se choco contra el suelo, formando un cráter como si allí hubiera caído un meteorito. Esta vez el miembro de FUG parecía querer asegurarse de que moriría, formando el fuego azul en sus dos manos. El chico rubio saco una bomba más de cinturón, y se parto rulando en el suelo. Una gran nube de polvo se formo. Entonces tosió. El miembro de FUG estaba herido, Zoe abrió los ojos como platos, no podía creerse lo que estaba sucediendo, un ataque que había tardado años en perfeccionar, apenas le había rozado, y una bomba que ni si quiera contenía shinsoo le había toser sangre y sufrir heridas.
-¿Por que te quedas mirando?- grito el hombre de la cabeza plateada- ¡Dale otro golpe, ¿Por qué pierdes tu oportunidad? Idiota!
El muchacho rubio parecía dudar, pero enseguida reacciono lanzando una segunda bomba, que provoco una nube de polvo. En cuanto se disipo pudieron verlo, una especie de exoesqueleto rojo, que surgía del miembro de FUG, sus heridas se curaron con lentitud hasta no quedar ninguna, como si no hubiera ocurrido nada.
-¿Qué es eso?- le pregunto Zoe.
-Jamas había visto algo similar- dijo Mizi tragando saliva- ni si quiera algo parecido.
El exoesqueleto rojo, desapareció, entonces, el muchacho se levanto del suelo como si no hubiese ocurrido nada, dirigió su mirada hacía le chico rubio. Pero un pitido que resonó por toda la sal dio por finalizada la prueba.
martes, 8 de enero de 2013
Esmeralda Capitulo 2.
Capitulo 2
Decepción
Una vez en el colegio tuve una miga, jugábamos juntas a las muñecas, nos quedábamos a dormir en la casa de cada una, nuestras madres eran muy amigas. Pero todo cambio, nada es para siempre, y en aquella amistad me di cuenta por primera vez. Después de varios ya no recuerdo su nombre, ni si quiera su cara si no la miro en fotos, entonces me di cuenta de que yo también lo hacía.
Mi corazón latía como un caballo desbordado cuando entre a casa. Deje mi bolso en la entrada, encima de una mesita, donde estaban las llaves y un marco de fotos, con una imagen mía y de Pam, antes de que yo me fuera hasta allí de viaje. Siempre que la miraba hacía que en mi estomago pesara, pero en aquel momento estaba demasiado nerviosa como para pensar.
En mi mente, aparecía una y otra vez la sombra que me había acechado en el bosque. Intente relajarme, pero no podía, las manos me sudaban, y mis piernas las sentía como gelatina. Corrí rápidamente hasta mi cuarto, sintiendo que allí no estaba segura. Desde allí podía ver el bosque en todo su esplendor, pero no veía nada extraño.
-¡La comida ya está puesta en la mesa!- grito mi madre desde la planta baja.
El olor a pasta me llego desde abajo, mi estomago rugía como un león, así que no pude resistirme a seguir vigilando desde allí y baje a comer. Mi madre, con su brillante sonrisa, había preparado macarrones con queso, uno de mis platos favoritos. Desde las grandes cristaleras entraba mucha luz, las nubes se habían retirado, dejando que el sol calentase nuestro comedor.
Me senté en la mesa y comí lentamente, normalmente solía ser más rápida, pero estaba demasiado despistada, pensando en aquella forma que había aparecido en el bosque. Puede que simplemente fuera un animal, pero era demasiado grande para ser un zorro, un lobo, o incluso un oso. Por boca de su madre había escuchado que por allí había osos, pero estaban en las zonas más altas de la montaña, y aunque su casa estuviese a gran altura, no era suficiente.
-¿Te ocurre algo cariño?- dijo mi madre notando mi preocupación.
Deje el tenedor en la mesa, apenas había comido. Mi estomago tenía un hambre voraz, pero yo no tenía ganas de comer, estaba demasiado intranquila para hacerlo.
-No- dijo intentando tranquilizarla- estoy bien tranquila, pero no me encuentro muy bien.
Recogí mis cubiertos, mi plato y mi baso. Volvía a mi cuarto el resto de la tarde, mi madre no me molesto, estaba escribiendo en su libro, que por fin continuaba después de varios meses de atasco. Navegue desde mi portátil, abrí mi email, y encontré un mensaje de Pam, con fotos de su viaje a Francia. También encontré un mensaje de Nathaniel, enviándome un horario, ya que me habían expulsado de clase y no me lo habían dado. Le agradecí que lo hubiera hecho, era muy atento.
La cena no fue muy diferente a la comida, mi madre preparo merluza con ensalada, pero apenas probé dos bocados. Estaba muy cansada, no eran ni las nueve y me quede durmiendo viendo uno de esos programas cutres, que la gente veía porque se gritaban y peleaban.
Soñé que Castiel me daba me molestaba durante la clase, y le gritaba muy fuerte, tanto que me expulsaron del instituto durante el resto del curso. Cuando desperté, estaba muy asustada, pero enseguida me di cuenta de que no me expulsarían por una tontería como aquella, con un simple castigo hubiera sido suficiente.
El sofá era bastante cómodo, así que toda la angustia que había tenido el día anterior desapareció como por arte de magia. Me sentía mucho mejor que los días anteriores, que los había pasado angustiada, ahora me sentía liberada como un pájaro.
Aquel día decidí ponerme unas botas de piel marrones, con pantalones vaqueros, y mi chaqueta de cuero marrón, con una camiseta de manga larga blanca. Desayune mucho, varias tostadas de pan y zumo de melocotón y un vaso de leche. Hubiera seguido comiendo, pero ya llegaba tarde. Subí a mi cuarto, me puse las lentillas y cogí mi mochila, su diseño era como si hubiera sido ametrallada por pintura.
Como el día anterior, mi madre me bajo a la parada del autobús con su 4x4. El autocar apenas tardo unos minutos en llegar, despedía a mi madre con dos besos y salí de allí. El autobús estaba vacío como el día anterior, me senté en los asientos de detrás, saque mis cascos y el Mp3 y estuve escuchando música el resto del viaje. Tenía ganas de entrar ya a clase, puede que hiciera nuevos amigos, aunque no tenía muchas de encontrarme con Castiel. Aquel chico me sacaba de las casillas, era el primero que conseguía cabrearme, yo que era muy tranquila.
El autobús paro en la entrada del instituto, baje y me dirigí a la clase, estaba a punto de tocar, tenía muchas ganas de ver a Nathaniel. Lo busque en el vestíbulo durante un rato, pero no lo vi, la sirena resonó por todo el edificio Decidí ir a mi clase ya, me prometí buscarlo durante el recreo.
Cuando entre a la clase, Castiel ya estaba allí, con una muchacha, su melena era rubia como el oro, su piel estaba muy tostada, sus ojos eran verdes. La reconocí como la chica que le enviaba mensajes durante el día anterior. La muchacha estaba sentada encima de la mesa de Castiel. Deje mi mochila en el sitio donde me senté el día anterior y fui hacia ellos.
-¿Lo has conseguido?- dijo la muchacha con voz melosa.
-Aun no- dijo Castiel con orgullo- es más peleona de lo que me imaginaba. Pero ganare la apuesta. Anna me besara en menos de una semana.
Al principio no supe de lo que hablaban, pero enseguida me di cuenta, no tarde apenas un segundo en darme cuenta. Un escalofrió me recorrió la espalda. Se había fijado en mí únicamente por una apuesta, me sentía mal pensado que era mínimamente importante para alguien. Sentía como las lágrimas afloraban en mis ojos. Respire hondo y las mantuve hay quietas. Me acerque a Castiel, que seguía hablando con aquella chica sobre mí, pero no les escuchaba. Le di varios toques y se giro.
-¿Qué quieres?- dijo al verme.
Mi mano se cerró en un puño, y le di en la mejilla. Cayo hacía atrás, hasta caerse al suelo.
-Yo no soy tu juguete- le dije cabreada.
Salí de la clase, las lágrimas florecían de mis ojos, ¿Cómo podía haber pensado mínimamente con que le gustara a alguien? Me sentía como una estúpida. Apenas veía nada, intente secármelas, pero seguían saliendo sin detenerse. Todo seguiría como antes, se volverían a meter con ella, la aislarían de todo. En ese momento necesitaba a Pam, para que me calmase. Había dejado mi mochila en clase, pero tenía mi móvil conmigo. Marque el número de Pam, que me lo sabía de memoria, no le había contestado a su mensaje así que posiblemente estuviera algo enfada conmigo. No me contesto, comunicaba. Lo volví a meter en mi bolsillo y me tropecé.
Había estado andando mientras intentaba llamara Pam. No me había dado cuenta de que había llegado hasta las escaleras que iban hasta el segundo piso, estaba demasiado atenta a móvil. Pensado que era suelo firme, continúe andando como si nada, entonces mi pierna no se apoyo bien y caí.
Lo vi a cámara lenta, en mi cabeza no paso mi vida por delante, pero falto poco. Cerré los ojos, automáticamente, temía lo que me fuera a pasar. Cuando pensé que caería rodando por las escaleras, choque contra algo blando. No sufrí ningún daño en absoluto, la persona con la que me había chocado me había protegido, sufriendo el peores daños. Le oí jadear cuando se choco contra el suelo.
Había mantenido los ojos cerrados durante todo el descenso. Cuando me sentí del todo segura los habría lentamente, estaba entre los brazos de un muchacho. No te como mis mejillas se sonrojaban casi al instante. Podía notar sus brazos rodeándome, me había protegido de la caída. Me sentí muy mal por él. Aparte sus brazos de mi cuerpo, y me puse a cuatro patas, entonces lo vi. Vestía con ropas de estilo victoriano, con colores negros. Su cabello era blanco grisáceo, brillaba con la luz de las lámparas, pero lo que más impresiono fueron sus ojos, unos era azul verdoso como el mar, el otro era dorado como el ámbar. Me quede observando sus ojos durante varios minutos, congelada.
-¿Estás bien?- me dijo el muchacho.
Tarde unos segundos en responderle, sus ojos me habían hipnotizado.
-Estoy bien gracias- dije agradecida de verdad.
Me levante y le di la mano y le ayude a levantarse. Entonces le muchacho se zarandeo, mareado, por acto reflejo, le abrace apara que no callera, casi al instante me arrepentí. Podía notar el calor de su cuerpo a través de mi ropa, respire entrecortadamente, mientras notaba que me ponía aun más roja que antes, mis mejillas ardían como el fuego. Olía menta, pero con demasiada fuerza. Ahora me preguntaba, ¿Como me la había hecho para acabar en aquel enrollo?
El muchacho se aparto de mí, pero continúe agarrándolo, no me fiaba de que se volviera a marear. Entonces me di cuenta que no debía de haberme acercado tanto a él, podría ser como Castiel, a partir de ese momento sería más cauta con los demás alumnos. Intente soltarle, pero aun no se encontraba muy bien y se agarro a mi brazo con más fuerza, haciéndome un poco de daño.
-¿Estás bien?- le pregunte preocupada.
-No mucho- dijo con la mirada perdida- me duele mucho la cabeza y estoy algo mareado.
Entonces se toco la parte de atrás de la cabeza, palpando algo. Entonces se miro la mano, su dedo índice estaba levemente manchado de sangre. Entonces las piernas del muchacho, perdieron la fuerza y casi cayo cae al suelo, si no fuera porque lo estaba sujetando, debía de haberse dado un golpe mientras me protegía, mis defensas volvieron a bajar y me dio mucha lástima.
-Sera mejor que te lleve a la enfermería, soy nueva así que no conozco mucho esto, guíame.
Apoyándose en mí brazo, me guio escaleras abajo, hasta la planta baja, recorrimos un largo pasillo, hasta el final. Encima de una puerta con aspecto lúgubre, estaba el descolorido cartel donde indicaba la enfermería. Abrí lentamente la puerta, era una sala bastante grande, a un lado había una mesa con un ordenador, varias camas con sabanas blancas y muchas de ellas escondidas tras cortinas para no ser vistas, las paredes eran amarillentas, en su día debieron de ser blancas, y el suelo parecía haber adquirido un blanco cenizo.
Dejo al muchacho sobre una de las camas, le obligue a acostarse. Cogí un par de gasas que habían en la mesa de y se lo puse en la cabeza. Cerró los ojos y se los tapo con la mano, me asuste un poco. No sabía si el golpe había sido muy fuerte, pero me sentía mal por él, necesitaba mantenerlo despierto.
-¿Cómo te llamas?- le pregunte al muchacho.
Este se aparto la mano de sus ojos bicolores, que los abrió al instante.
-Lysandre, aunque me puedes llamar Lys ¿Y tú?
-El mío es Anna, como habrás notado soy nueva.
-Ya me había dado cuenta- dijo el muchacho sonriendo, entonces me miro a los ojos y sonrió- tienes unos ojos violetas muy bonitos.
Sentí que un escalofrió me recorría la espalda, mi mente se quedo completamente en blanco, como si alguien hubiera limpiado mí mente.
-¿Cómo… lo has sabido?- dijo tartamudeando un poco.
-¿Esto es tuyo, no?- dijo alzando el dedo, en el que había una lamina ovalada de color marrón por el centro, la reconocí al instante.
-¡Mi lentilla!- dije, Lys me la entrego como un caballero.
-Se te debió caer cuando tropezaste y acabo en mi ropa.
-Muchas gracias me has salvado la vida- dije mientras observaba mi lentilla.
-¿Por qué escondes unos ojos tan bonitos detrás de eso?- dijo Lys.
-Porque no a todo el mundo le parecen una joya- dije cansada.
Antes de que el muchacho pudiese responderme, entro el enfermero. Era un hombre joven, de unos veinticinco años de edad, su cabello era castaño como las avellanas, y sus ojos parecían miel.
-¿Os puedo ayudar en algo?- dijo acercándose a nosotros.
-Ha sufrido un golpe por culpa de una caída.
Le destape la cabeza y el hombre pudo observar la herida de la cabeza de Lys. Pero antes, se puso unos guantes de látex, y le examino la herida. Antes de que pudiera verme alguien más, le dije al enfermero donde estaba el baño, y me indico al final del pasillo. Lave la lentilla y la volví a colocar, mis ojos volvieron a ser marrones.
Salí de aseo y fui a ver qué tal estaba Lys.
-¿Qué tal esta?- pregunte preocupada.
-Solo tiene una contusión leve, tiene una pequeña herida, así que la coseré y al final del día podrá volver a casa bien.
-Le importa si me quedo el resto del día con él- le pregunte al enfermero- ha sido por culpa mía que se diera ese golpe.
-No podre vigilarlo, tengo que ir a una reunión en el centro medicó. Así que mientras avises a tus profesores, y te dejen perfecto.
Antes de irse, el enfermo desinfecto la herida y la cosió. Le agarre la mano para darle apoyo, porque allí no tenían para dormirlo. Por la cara de Lys, parecía que le doliese bastante, pero no se quejo en ningún momento. Algo me retorcía el estomago, seguramente porque me sentía mal por lo que le había pasado.
El enfermero salió de la sala, dejándome a solas con Lys. Estuvimos en silencio durante un par de minutos, hasta que el muchacho hablo.
-Tu mirada es demasiado bonita para esconderla detrás de unas lentillas.
-Soy miope y las necesito- dije como escusa.
-¿No es por esa razón por lo que lo haces, verdad?
-Prefiero mantenerme en silencio- dije cansada
No le respondí a aquella pregunta. Me mantuve en silencio durante un rato. Me subí a la cama y me senté a los pies de esta. Lys se acostó y cerró los ojos. No quise molestarle, saque mi móvil del bolsillo para escribirle un mensaje a Pam, ahora estaba más relajada que hacía unos minutos. “Hay alguno, pero son un poco idiotas. He tenido un accidente y ahora estoy en la enfermería del instituto” En cuanto lo termine de escribir le di a enviar.
Estuve navegando por internet durante las siguientes horas de clase. La sirena sonó, desde allí pude escuchar el barullo que se formaba de los alumnos saliendo al recreo. Pero no hice mucho caso. Entonces la puerta se abrió, mi enfado volvió de golpe, al ver a Castiel entrando, con la mejilla enrojecida, seguramente por el golpe que le había dado antes en clase.
-¿Qué haces tú aquí?- dijo cerrando la puerta tras de sí, entonces miro a Lys y sus ojos se abrieron como platos- ¡¿Qué le ha pasado?!
Se acerco a la cama, donde descansaba Lys, que abrió los ojos algo cansado. Baje de la cama y me puse frente a él.
-Me caí por las escaleras- dije yo respondiendo a su pregunta- y Lys estaba en medio, y se llevo mis golpes.
-Anda que tú también podrías haber tenido más cuidado- me dijo Castiel como si hubiera matado a alguien.
-¡Pues fue gracias a ti por lo que me caí por las escaleras!- dije gritando.
-¡Yo no tuve nada que ver!- dijo alzando la voz más que yo.
-Me trataste como si fuera un juguete- dijo enfadada- y no me gusta.
Sentí mi rostro húmedo. Entonces palpe como una lágrima descendía por mi mejilla, no me había dado cuenta de que había comenzado a llorar, desvié mis mirada al suelo. Castiel iba a decir algo, pero callo. Bajo la vista y se acerco a la cama donde descansaba Lys.
-¿Qué tal estas tío?
-Me duele un poco la cabeza- dijo el muchacho- pero estoy bien.
Lys se dio la vuela y le enseño la gasa que había en su cabeza. Castiel puso cara de asco.
-Menos mal que tienes pelo- dijo Castiel intentando animarlo.
-Creo que voy a por mí mochila- dije yendo a la salida, pero Castiel me detuvo.
-Tranquila yo te la traigo- dijo intentando hacer las paces- y la de Lys también.
Castiel salió de la enfermería dejándome a solas de nuevo con Lys, había dejado de llorar, pero me sentía avergonzada por haberlo hecho delante de él, eso me hacía sentir débil.
-Me duele mucho la cabeza- dijo Lys- podrías contarme algo.
-¿Qué quieres que te cuente?- le pregunte extrañada.
-¿Cómo llegaste hasta este lugar?- me pregunto.
Pensé en contarle mis problemas en la escuela, pero preferí guardármelo para mí. Prefería contarle la excusa que me había dado mi madre.
-Mi madre es escritora- le dije sintiéndome orgullosa- llevaba un par de meses atascada en un capitulo y necesitaba cambiar de aire. Así que cambiamos la ciudad por una casa perdida por la montaña.
No quedamos en silencio, durante varios minutos, hasta que Castiel llego con nuestras mochilas, seguía teniendo cara de mal humor, preferí no decirle nada cuando me la dio, me mantuve en silencio.
La sirena del instituto volvió a sonar, por dentro me alegre mucho, por fin podía deshacerme de él podría volver a estar tranquila como había estado el resto de la mañana. Pero al contrario de lo que yo me pensaba Castiel se quedo conmigo y con Lys.
-¿No deberías ir a clase?- le dije fríamente, poniendo el máximo veneno posible a mis palabras.
-¿Y tú?- me respondió con tono burlón.
-Yo tengo el permiso del enfermero para que darme aquí- le dije acercándome a él.
-Pues yo tengo mi propio permiso para estar aquí- dijo alzando la cabeza con orgullo- ya que has tirado a mi amigo por las escaleras.
Sentí como la furia me recorría por dentro, jamás me había sentido así con nadie, ni si quiera con la gente que se burlaba de mí. Note como mis mejillas enrojecían levemente. De sus labios asomo una sonrisa socarrona, que la ignore por completo.
-No te soporto- le dije enfurecida- eres la persona más estúpida que he conocido- mi voz se alzo se fue alzando hasta convertirse en un grito.
Castiel se acerco a mí, sus ojos era lo único que podía ver, grises como el metal e igual de fríos. Pero había algo debajo de todo aquello, un brillo que no supo interpretar. Su sonrisa había desaparecido de un soplido, ahora estaba serio, impasible. Me hizo retroceder hasta el fondo de la sala, hasta arrinconarme contra la pared. Mi corazón latía como las alas de un colibrí, rápidas.
Con lentitud, se acerco a mi oreja y me susurro:
-No deberías juzgar a las personas antes de conocerlas- dijo con frialdad- porque te podrías llevar un susto, enana.
Se separo y volví a acordarme de respirar, los pulmones se llenaron de oxigeno, aliviándome por completo de aquel momento de tensión. Castiel se dio la vuelta y se acostó en una de las camas que estaban libres, de su bolsillo saco unos cascos y un Mp3, lo encendió y me ignoro por completo.
No le había respondido cuando me había llamado enana, es como si el mundo se hubiese parado y mis labios se hubieran sellado. Me sentía débil, las piernas me temblaban como la gelatina, en cualquier momento podría derrumbarme y no me podría volver a levanta.
Con las pocas fuerzas que tenía me acerque a la cama más cercana y me recosté allí. Cerré los ojos para intentar tranquilizarme, pero en cuanto lo hice, los ojos de Castiel aparecieron en mi mente, como recordatorio de algo. Los volví a abrir.
Durante aquello instantes había pasado algo, me había quedado congelada, como si no pudiera responderle. Así que debajo de toda aquella envoltura de ironía y de gracioso, estaba aquello, una persona fría como hielo, capaz de paralizarme los sentidos y mi mente. Era la primera vez que me pasaba algo así.
Estuve acostada durante un rato, perdida en mis pensamientos. La puerta de la enfermería se abrió y entro alguien, prefería quedarme donde estaba, tapada por las cortinas blancas que me protegían.
-¿Dónde está el enfermero?- dijo una voz fría.
Me levante de la cama, con los pelos algo revueltos, y me asome haber quien había entrado allí. Entonces la vi. Esmeralda, estaba allí plantada, su dedo índice caía unas gotas de sangre, y su mirada verde era impasible, como el resto de su cara. Un escalofrió me recorrió el cuerpo cuando planto sus ojos en los míos.
-Ha tenido que irse- dijo Lys alzándose de la cama- ¿Te ocurre algo?
-Me he hecho daño en el dedo- dijo enseñando su dedo índice al muchacho- me he cortado en clase de tecnología, mientras preparaba el proyecto de este trimestre. ¿Me podrías decir donde están las gasas?
Lys le señalo un armario acristalado. Esmeralda se acerco a él y lo abrió, saco un par de gasas. La observe desde allí, observando sus ojos como le mismo bosque. Castiel observaba todos sus movimientos, en su mirada había algo extraño, algo que jamás me habría imaginado en sus ojos metálicos, tristeza.
Pena, remordimientos, y tristeza, todo eso concentrado en una misma mirada, jamás podría haber imaginado, que alguien que me acaba de robar toda mi energía con una mirada, pudiese mirara de aquella forma a alguien.
Esmeralda o no parecía darse cuenta o la ignoro por completo, mientras se vendaba el dedo. Su cara seguía inmutable. Se termino de vendar el dedo, y se sentó en una de las camas de enfrente a la de Lys.
-Esperare a que venga el enfermero- dijo con voz impasible, su tono de voz no mostraba ningún sentimiento.
Durante varios minutos, estuvimos en silencio, incómodamente. Lys se mantenía acostado en la cama, con los ojos cerrados, Castiel jugueteaba con sus dedos, mientras que yo me mantenía quieta, las piernas ya no volvían a temblarme, si no que parecía estar clavadas al suelo.
-¿Qué tal están tus abuelos?- dijo Castiel rompiendo el incomodo silencio.
Esmeralda le miro a los ojos y se mantuvo impasible.
-Bien- dijo simplemente- ¿Y tus padres?
Castiel le dirigió una mirada llena de reproche, pero ella no se inmuto. Los ojos del muchacho ahora si parecían metal brillante, y afilados como una daga. Esmeralda continuo manteniendo el dedo tapado, desde allí podía ver la sangre saliendo de la gasa, de un color carmesí. Podía notar la tensión que se palpitaba entre ellos.
-Muy bien- dijo sonriéndole fríamente.
-Me alegro mucho- dijo Esmeralda sonriéndole. Era una sonrisa vacía, sin ningún sentimiento, nada, solo había movido los músculos de sus labios.
-¿Y qué tal están tus padres?- dijo Castiel, con sus ojos metálicos.
La vacía sonrisa de Esmeralda desapareció como un soplido. Por primera vez pudo notar en su rostro, un sentimiento, sus cejas se movieron levemente, aunque desde allí no podía estar segura. Sus ojos se cerraron levemente, como si un depredador estuviera vigilando a su presa.
-Bien- dijo simplemente.
La conversación termino tal y como había empezado. Se quedaron en silencio durante un rato. Pase por el pasillo, pero nadie me hacía caso, todos se mantuvieron quietos. Me senté en la cama donde descansaba Lys, y Castiel estaba sentado, me puse justo detrás de él para protegerme de la mirada de Esmeralda. Castiel se mantenía tenso.
Esmeralda se levanto de la cama y fue hacía la puerta.
-Veo que el enfermero no llegara pronto- suspiro, intentando mostrar un sentimiento, pero en su rostro era casi imposible- volveré a clase, le diré al profesor que estáis cuidando de Lysandre.
Salió de la habitación tal y como había llegado, como un suspiro. Ahora Castiel ya no me daba miedo como hacía unos instantes, ahora me lo daba Esmeralda, había podido con él, como si nada. Cerró la puerta tras de sí, dejándonos a los que estábamos allí en silencio.
-¿Castiel estas… bien?- dije tras ver su cara, tensa.
-Sí- dijo respondiendo secamente- estoy bien.
Preferí no preguntarle nada más. De mi bolsillo, saque mis cascos y me puse la música a todo volumen. Me sumergí en las notas de aquella balada, mientras cerraba los ojos y me relajaba por completo. Castiel continúo allí sentando, quieto.
Tras varias horas sin hacer nada, la sirena volvió a sonar. Mire la hora y me di cuenta de que ya era la hora de volver a casa. Me levante de la cama. Recogí mi mochila del suelo, junto con la de Lys.
-Al menos déjame que te lleve la mochila- dijo sonriéndole con tristeza.
-Tranquila no pasa nada- dijo sonriendo-Castiel puede acompañarme hasta casa, los dos vivimos en las afueras.
Salimos de la enfermería, los tres juntos, como si hubiéramos sido compañeros siempre. La gente que salí de clase, se quedaba mirándome, algunos con envidia y otros con odio. Me sentía algo avergonzada. Castiel me paso el brazo por mi hombro y sonrió
-¿Te gusta que te miren? - dijo sonriendo con picardía, recuperando su antigua personalidad de idiota, que tanto odiaba- algún día serás la persona más popular del instituto.
Aquella vez no me deshice de su brazo, un rato después no supe porque no lo hice, durante horas lo estuve pensando, pero no tuve respuestas. Lo mire a sus ojos metálicos sonreí con desgana. No debía tomar tan a la ligera a Castiel. Parecía ser completamente diferente cuando se enfadaba.
Llegamos hasta la puerta del Sweet Amoris y le entregue la mochila de Lys.
-Cuida de él- le susurre.
El me sonrió pícaramente, mientras cargaba la mochila en hombro. Los dos se fueron calle abajo, hasta que no los vi desaparecer entre las casas del pueblo, no subí al autobús. Me acomode en uno de los asientos de detrás, sola, como los días anteriores, notaba las miradas puestas en mí, como agujas clavándose en mi nuca.
Saque de nuevo mi Mp3 y me puse la música a todo volumen. Cerré los ojos para intentar tranquilizarme. Note como el autobús comenzaba a avanzar por las carreteras. La vista desde allí era preciosa, los bosques eran verdes, como una joya brillante. Pasaron por un escarpado acantilado, donde descendía un fino hilo de agua.
Una cosa me quedo clara después de aquel día, Esmeralda y Castiel tenían una especie de tensión entre ellos, se portaban bien delante de los demás. Parecían sentir odio entre los dos, pero no tanto como para pelearse. Puede que solo hubiera sido mi imaginación. Tenían que ser por los padres de ellos, como si hubiera algún problema entre ellos.
Durante el resto del viaje estuve machacándome la cabeza, pero todas las cosas que se me ocurrían eran tonterías sin sentido, la mayoría eran imposibles. Me prometí que al día siguiente le preguntaría a Lys o Nathaniel, al que por cierto no había visto en todo el día, y no me iría hasta que no lo consiguiera. También me prometí que aquel día iría a clase, gracias a Castiel no había asistido a las anteriores.
El autobús paro, justo delante del coche de su madre, que aquel día sí que la esperaba, ninguna sombra me acechaba desde el bosque. Baje del autocar, dando saltitos, era extraño, me sentía bien por dentro, después de haber tirado a un chico por las escaleras y haberme peleado con otro.
Subí al coche y me puse al cinturón, sonreí a mi madre, esta vez con sinceridad.
-¿Qué tal el día cariño?- dijo sonriendo con luminosidad.
-Muy bien- le dije con sinceridad.
El motor de 4x4 comenzó a rugir. Comenzó a ascender la escarpada cuesta, en la radio sonaba un tema de rock muy conocido, pero no recordaba cómo se llamaba. Mientras pensaba como se llamaba, lo vio por el rabillo de ojo, una sombra deslizándose a una velocidad increíble.
Me gire con rapidez, pero ya había desaparecido. Trague saliva, me estaban vigilando.
Decepción
Una vez en el colegio tuve una miga, jugábamos juntas a las muñecas, nos quedábamos a dormir en la casa de cada una, nuestras madres eran muy amigas. Pero todo cambio, nada es para siempre, y en aquella amistad me di cuenta por primera vez. Después de varios ya no recuerdo su nombre, ni si quiera su cara si no la miro en fotos, entonces me di cuenta de que yo también lo hacía.
Mi corazón latía como un caballo desbordado cuando entre a casa. Deje mi bolso en la entrada, encima de una mesita, donde estaban las llaves y un marco de fotos, con una imagen mía y de Pam, antes de que yo me fuera hasta allí de viaje. Siempre que la miraba hacía que en mi estomago pesara, pero en aquel momento estaba demasiado nerviosa como para pensar.
En mi mente, aparecía una y otra vez la sombra que me había acechado en el bosque. Intente relajarme, pero no podía, las manos me sudaban, y mis piernas las sentía como gelatina. Corrí rápidamente hasta mi cuarto, sintiendo que allí no estaba segura. Desde allí podía ver el bosque en todo su esplendor, pero no veía nada extraño.
-¡La comida ya está puesta en la mesa!- grito mi madre desde la planta baja.
El olor a pasta me llego desde abajo, mi estomago rugía como un león, así que no pude resistirme a seguir vigilando desde allí y baje a comer. Mi madre, con su brillante sonrisa, había preparado macarrones con queso, uno de mis platos favoritos. Desde las grandes cristaleras entraba mucha luz, las nubes se habían retirado, dejando que el sol calentase nuestro comedor.
Me senté en la mesa y comí lentamente, normalmente solía ser más rápida, pero estaba demasiado despistada, pensando en aquella forma que había aparecido en el bosque. Puede que simplemente fuera un animal, pero era demasiado grande para ser un zorro, un lobo, o incluso un oso. Por boca de su madre había escuchado que por allí había osos, pero estaban en las zonas más altas de la montaña, y aunque su casa estuviese a gran altura, no era suficiente.
-¿Te ocurre algo cariño?- dijo mi madre notando mi preocupación.
Deje el tenedor en la mesa, apenas había comido. Mi estomago tenía un hambre voraz, pero yo no tenía ganas de comer, estaba demasiado intranquila para hacerlo.
-No- dijo intentando tranquilizarla- estoy bien tranquila, pero no me encuentro muy bien.
Recogí mis cubiertos, mi plato y mi baso. Volvía a mi cuarto el resto de la tarde, mi madre no me molesto, estaba escribiendo en su libro, que por fin continuaba después de varios meses de atasco. Navegue desde mi portátil, abrí mi email, y encontré un mensaje de Pam, con fotos de su viaje a Francia. También encontré un mensaje de Nathaniel, enviándome un horario, ya que me habían expulsado de clase y no me lo habían dado. Le agradecí que lo hubiera hecho, era muy atento.
La cena no fue muy diferente a la comida, mi madre preparo merluza con ensalada, pero apenas probé dos bocados. Estaba muy cansada, no eran ni las nueve y me quede durmiendo viendo uno de esos programas cutres, que la gente veía porque se gritaban y peleaban.
Soñé que Castiel me daba me molestaba durante la clase, y le gritaba muy fuerte, tanto que me expulsaron del instituto durante el resto del curso. Cuando desperté, estaba muy asustada, pero enseguida me di cuenta de que no me expulsarían por una tontería como aquella, con un simple castigo hubiera sido suficiente.
El sofá era bastante cómodo, así que toda la angustia que había tenido el día anterior desapareció como por arte de magia. Me sentía mucho mejor que los días anteriores, que los había pasado angustiada, ahora me sentía liberada como un pájaro.
Aquel día decidí ponerme unas botas de piel marrones, con pantalones vaqueros, y mi chaqueta de cuero marrón, con una camiseta de manga larga blanca. Desayune mucho, varias tostadas de pan y zumo de melocotón y un vaso de leche. Hubiera seguido comiendo, pero ya llegaba tarde. Subí a mi cuarto, me puse las lentillas y cogí mi mochila, su diseño era como si hubiera sido ametrallada por pintura.
Como el día anterior, mi madre me bajo a la parada del autobús con su 4x4. El autocar apenas tardo unos minutos en llegar, despedía a mi madre con dos besos y salí de allí. El autobús estaba vacío como el día anterior, me senté en los asientos de detrás, saque mis cascos y el Mp3 y estuve escuchando música el resto del viaje. Tenía ganas de entrar ya a clase, puede que hiciera nuevos amigos, aunque no tenía muchas de encontrarme con Castiel. Aquel chico me sacaba de las casillas, era el primero que conseguía cabrearme, yo que era muy tranquila.
El autobús paro en la entrada del instituto, baje y me dirigí a la clase, estaba a punto de tocar, tenía muchas ganas de ver a Nathaniel. Lo busque en el vestíbulo durante un rato, pero no lo vi, la sirena resonó por todo el edificio Decidí ir a mi clase ya, me prometí buscarlo durante el recreo.
Cuando entre a la clase, Castiel ya estaba allí, con una muchacha, su melena era rubia como el oro, su piel estaba muy tostada, sus ojos eran verdes. La reconocí como la chica que le enviaba mensajes durante el día anterior. La muchacha estaba sentada encima de la mesa de Castiel. Deje mi mochila en el sitio donde me senté el día anterior y fui hacia ellos.
-¿Lo has conseguido?- dijo la muchacha con voz melosa.
-Aun no- dijo Castiel con orgullo- es más peleona de lo que me imaginaba. Pero ganare la apuesta. Anna me besara en menos de una semana.
Al principio no supe de lo que hablaban, pero enseguida me di cuenta, no tarde apenas un segundo en darme cuenta. Un escalofrió me recorrió la espalda. Se había fijado en mí únicamente por una apuesta, me sentía mal pensado que era mínimamente importante para alguien. Sentía como las lágrimas afloraban en mis ojos. Respire hondo y las mantuve hay quietas. Me acerque a Castiel, que seguía hablando con aquella chica sobre mí, pero no les escuchaba. Le di varios toques y se giro.
-¿Qué quieres?- dijo al verme.
Mi mano se cerró en un puño, y le di en la mejilla. Cayo hacía atrás, hasta caerse al suelo.
-Yo no soy tu juguete- le dije cabreada.
Salí de la clase, las lágrimas florecían de mis ojos, ¿Cómo podía haber pensado mínimamente con que le gustara a alguien? Me sentía como una estúpida. Apenas veía nada, intente secármelas, pero seguían saliendo sin detenerse. Todo seguiría como antes, se volverían a meter con ella, la aislarían de todo. En ese momento necesitaba a Pam, para que me calmase. Había dejado mi mochila en clase, pero tenía mi móvil conmigo. Marque el número de Pam, que me lo sabía de memoria, no le había contestado a su mensaje así que posiblemente estuviera algo enfada conmigo. No me contesto, comunicaba. Lo volví a meter en mi bolsillo y me tropecé.
Había estado andando mientras intentaba llamara Pam. No me había dado cuenta de que había llegado hasta las escaleras que iban hasta el segundo piso, estaba demasiado atenta a móvil. Pensado que era suelo firme, continúe andando como si nada, entonces mi pierna no se apoyo bien y caí.
Lo vi a cámara lenta, en mi cabeza no paso mi vida por delante, pero falto poco. Cerré los ojos, automáticamente, temía lo que me fuera a pasar. Cuando pensé que caería rodando por las escaleras, choque contra algo blando. No sufrí ningún daño en absoluto, la persona con la que me había chocado me había protegido, sufriendo el peores daños. Le oí jadear cuando se choco contra el suelo.
Había mantenido los ojos cerrados durante todo el descenso. Cuando me sentí del todo segura los habría lentamente, estaba entre los brazos de un muchacho. No te como mis mejillas se sonrojaban casi al instante. Podía notar sus brazos rodeándome, me había protegido de la caída. Me sentí muy mal por él. Aparte sus brazos de mi cuerpo, y me puse a cuatro patas, entonces lo vi. Vestía con ropas de estilo victoriano, con colores negros. Su cabello era blanco grisáceo, brillaba con la luz de las lámparas, pero lo que más impresiono fueron sus ojos, unos era azul verdoso como el mar, el otro era dorado como el ámbar. Me quede observando sus ojos durante varios minutos, congelada.
-¿Estás bien?- me dijo el muchacho.
Tarde unos segundos en responderle, sus ojos me habían hipnotizado.
-Estoy bien gracias- dije agradecida de verdad.
Me levante y le di la mano y le ayude a levantarse. Entonces le muchacho se zarandeo, mareado, por acto reflejo, le abrace apara que no callera, casi al instante me arrepentí. Podía notar el calor de su cuerpo a través de mi ropa, respire entrecortadamente, mientras notaba que me ponía aun más roja que antes, mis mejillas ardían como el fuego. Olía menta, pero con demasiada fuerza. Ahora me preguntaba, ¿Como me la había hecho para acabar en aquel enrollo?
El muchacho se aparto de mí, pero continúe agarrándolo, no me fiaba de que se volviera a marear. Entonces me di cuenta que no debía de haberme acercado tanto a él, podría ser como Castiel, a partir de ese momento sería más cauta con los demás alumnos. Intente soltarle, pero aun no se encontraba muy bien y se agarro a mi brazo con más fuerza, haciéndome un poco de daño.
-¿Estás bien?- le pregunte preocupada.
-No mucho- dijo con la mirada perdida- me duele mucho la cabeza y estoy algo mareado.
Entonces se toco la parte de atrás de la cabeza, palpando algo. Entonces se miro la mano, su dedo índice estaba levemente manchado de sangre. Entonces las piernas del muchacho, perdieron la fuerza y casi cayo cae al suelo, si no fuera porque lo estaba sujetando, debía de haberse dado un golpe mientras me protegía, mis defensas volvieron a bajar y me dio mucha lástima.
-Sera mejor que te lleve a la enfermería, soy nueva así que no conozco mucho esto, guíame.
Apoyándose en mí brazo, me guio escaleras abajo, hasta la planta baja, recorrimos un largo pasillo, hasta el final. Encima de una puerta con aspecto lúgubre, estaba el descolorido cartel donde indicaba la enfermería. Abrí lentamente la puerta, era una sala bastante grande, a un lado había una mesa con un ordenador, varias camas con sabanas blancas y muchas de ellas escondidas tras cortinas para no ser vistas, las paredes eran amarillentas, en su día debieron de ser blancas, y el suelo parecía haber adquirido un blanco cenizo.
Dejo al muchacho sobre una de las camas, le obligue a acostarse. Cogí un par de gasas que habían en la mesa de y se lo puse en la cabeza. Cerró los ojos y se los tapo con la mano, me asuste un poco. No sabía si el golpe había sido muy fuerte, pero me sentía mal por él, necesitaba mantenerlo despierto.
-¿Cómo te llamas?- le pregunte al muchacho.
Este se aparto la mano de sus ojos bicolores, que los abrió al instante.
-Lysandre, aunque me puedes llamar Lys ¿Y tú?
-El mío es Anna, como habrás notado soy nueva.
-Ya me había dado cuenta- dijo el muchacho sonriendo, entonces me miro a los ojos y sonrió- tienes unos ojos violetas muy bonitos.
Sentí que un escalofrió me recorría la espalda, mi mente se quedo completamente en blanco, como si alguien hubiera limpiado mí mente.
-¿Cómo… lo has sabido?- dijo tartamudeando un poco.
-¿Esto es tuyo, no?- dijo alzando el dedo, en el que había una lamina ovalada de color marrón por el centro, la reconocí al instante.
-¡Mi lentilla!- dije, Lys me la entrego como un caballero.
-Se te debió caer cuando tropezaste y acabo en mi ropa.
-Muchas gracias me has salvado la vida- dije mientras observaba mi lentilla.
-¿Por qué escondes unos ojos tan bonitos detrás de eso?- dijo Lys.
-Porque no a todo el mundo le parecen una joya- dije cansada.
Antes de que el muchacho pudiese responderme, entro el enfermero. Era un hombre joven, de unos veinticinco años de edad, su cabello era castaño como las avellanas, y sus ojos parecían miel.
-¿Os puedo ayudar en algo?- dijo acercándose a nosotros.
-Ha sufrido un golpe por culpa de una caída.
Le destape la cabeza y el hombre pudo observar la herida de la cabeza de Lys. Pero antes, se puso unos guantes de látex, y le examino la herida. Antes de que pudiera verme alguien más, le dije al enfermero donde estaba el baño, y me indico al final del pasillo. Lave la lentilla y la volví a colocar, mis ojos volvieron a ser marrones.
Salí de aseo y fui a ver qué tal estaba Lys.
-¿Qué tal esta?- pregunte preocupada.
-Solo tiene una contusión leve, tiene una pequeña herida, así que la coseré y al final del día podrá volver a casa bien.
-Le importa si me quedo el resto del día con él- le pregunte al enfermero- ha sido por culpa mía que se diera ese golpe.
-No podre vigilarlo, tengo que ir a una reunión en el centro medicó. Así que mientras avises a tus profesores, y te dejen perfecto.
Antes de irse, el enfermo desinfecto la herida y la cosió. Le agarre la mano para darle apoyo, porque allí no tenían para dormirlo. Por la cara de Lys, parecía que le doliese bastante, pero no se quejo en ningún momento. Algo me retorcía el estomago, seguramente porque me sentía mal por lo que le había pasado.
El enfermero salió de la sala, dejándome a solas con Lys. Estuvimos en silencio durante un par de minutos, hasta que el muchacho hablo.
-Tu mirada es demasiado bonita para esconderla detrás de unas lentillas.
-Soy miope y las necesito- dije como escusa.
-¿No es por esa razón por lo que lo haces, verdad?
-Prefiero mantenerme en silencio- dije cansada
No le respondí a aquella pregunta. Me mantuve en silencio durante un rato. Me subí a la cama y me senté a los pies de esta. Lys se acostó y cerró los ojos. No quise molestarle, saque mi móvil del bolsillo para escribirle un mensaje a Pam, ahora estaba más relajada que hacía unos minutos. “Hay alguno, pero son un poco idiotas. He tenido un accidente y ahora estoy en la enfermería del instituto” En cuanto lo termine de escribir le di a enviar.
Estuve navegando por internet durante las siguientes horas de clase. La sirena sonó, desde allí pude escuchar el barullo que se formaba de los alumnos saliendo al recreo. Pero no hice mucho caso. Entonces la puerta se abrió, mi enfado volvió de golpe, al ver a Castiel entrando, con la mejilla enrojecida, seguramente por el golpe que le había dado antes en clase.
-¿Qué haces tú aquí?- dijo cerrando la puerta tras de sí, entonces miro a Lys y sus ojos se abrieron como platos- ¡¿Qué le ha pasado?!
Se acerco a la cama, donde descansaba Lys, que abrió los ojos algo cansado. Baje de la cama y me puse frente a él.
-Me caí por las escaleras- dije yo respondiendo a su pregunta- y Lys estaba en medio, y se llevo mis golpes.
-Anda que tú también podrías haber tenido más cuidado- me dijo Castiel como si hubiera matado a alguien.
-¡Pues fue gracias a ti por lo que me caí por las escaleras!- dije gritando.
-¡Yo no tuve nada que ver!- dijo alzando la voz más que yo.
-Me trataste como si fuera un juguete- dijo enfadada- y no me gusta.
Sentí mi rostro húmedo. Entonces palpe como una lágrima descendía por mi mejilla, no me había dado cuenta de que había comenzado a llorar, desvié mis mirada al suelo. Castiel iba a decir algo, pero callo. Bajo la vista y se acerco a la cama donde descansaba Lys.
-¿Qué tal estas tío?
-Me duele un poco la cabeza- dijo el muchacho- pero estoy bien.
Lys se dio la vuela y le enseño la gasa que había en su cabeza. Castiel puso cara de asco.
-Menos mal que tienes pelo- dijo Castiel intentando animarlo.
-Creo que voy a por mí mochila- dije yendo a la salida, pero Castiel me detuvo.
-Tranquila yo te la traigo- dijo intentando hacer las paces- y la de Lys también.
Castiel salió de la enfermería dejándome a solas de nuevo con Lys, había dejado de llorar, pero me sentía avergonzada por haberlo hecho delante de él, eso me hacía sentir débil.
-Me duele mucho la cabeza- dijo Lys- podrías contarme algo.
-¿Qué quieres que te cuente?- le pregunte extrañada.
-¿Cómo llegaste hasta este lugar?- me pregunto.
Pensé en contarle mis problemas en la escuela, pero preferí guardármelo para mí. Prefería contarle la excusa que me había dado mi madre.
-Mi madre es escritora- le dije sintiéndome orgullosa- llevaba un par de meses atascada en un capitulo y necesitaba cambiar de aire. Así que cambiamos la ciudad por una casa perdida por la montaña.
No quedamos en silencio, durante varios minutos, hasta que Castiel llego con nuestras mochilas, seguía teniendo cara de mal humor, preferí no decirle nada cuando me la dio, me mantuve en silencio.
La sirena del instituto volvió a sonar, por dentro me alegre mucho, por fin podía deshacerme de él podría volver a estar tranquila como había estado el resto de la mañana. Pero al contrario de lo que yo me pensaba Castiel se quedo conmigo y con Lys.
-¿No deberías ir a clase?- le dije fríamente, poniendo el máximo veneno posible a mis palabras.
-¿Y tú?- me respondió con tono burlón.
-Yo tengo el permiso del enfermero para que darme aquí- le dije acercándome a él.
-Pues yo tengo mi propio permiso para estar aquí- dijo alzando la cabeza con orgullo- ya que has tirado a mi amigo por las escaleras.
Sentí como la furia me recorría por dentro, jamás me había sentido así con nadie, ni si quiera con la gente que se burlaba de mí. Note como mis mejillas enrojecían levemente. De sus labios asomo una sonrisa socarrona, que la ignore por completo.
-No te soporto- le dije enfurecida- eres la persona más estúpida que he conocido- mi voz se alzo se fue alzando hasta convertirse en un grito.
Castiel se acerco a mí, sus ojos era lo único que podía ver, grises como el metal e igual de fríos. Pero había algo debajo de todo aquello, un brillo que no supo interpretar. Su sonrisa había desaparecido de un soplido, ahora estaba serio, impasible. Me hizo retroceder hasta el fondo de la sala, hasta arrinconarme contra la pared. Mi corazón latía como las alas de un colibrí, rápidas.
Con lentitud, se acerco a mi oreja y me susurro:
-No deberías juzgar a las personas antes de conocerlas- dijo con frialdad- porque te podrías llevar un susto, enana.
Se separo y volví a acordarme de respirar, los pulmones se llenaron de oxigeno, aliviándome por completo de aquel momento de tensión. Castiel se dio la vuelta y se acostó en una de las camas que estaban libres, de su bolsillo saco unos cascos y un Mp3, lo encendió y me ignoro por completo.
No le había respondido cuando me había llamado enana, es como si el mundo se hubiese parado y mis labios se hubieran sellado. Me sentía débil, las piernas me temblaban como la gelatina, en cualquier momento podría derrumbarme y no me podría volver a levanta.
Con las pocas fuerzas que tenía me acerque a la cama más cercana y me recosté allí. Cerré los ojos para intentar tranquilizarme, pero en cuanto lo hice, los ojos de Castiel aparecieron en mi mente, como recordatorio de algo. Los volví a abrir.
Durante aquello instantes había pasado algo, me había quedado congelada, como si no pudiera responderle. Así que debajo de toda aquella envoltura de ironía y de gracioso, estaba aquello, una persona fría como hielo, capaz de paralizarme los sentidos y mi mente. Era la primera vez que me pasaba algo así.
Estuve acostada durante un rato, perdida en mis pensamientos. La puerta de la enfermería se abrió y entro alguien, prefería quedarme donde estaba, tapada por las cortinas blancas que me protegían.
-¿Dónde está el enfermero?- dijo una voz fría.
Me levante de la cama, con los pelos algo revueltos, y me asome haber quien había entrado allí. Entonces la vi. Esmeralda, estaba allí plantada, su dedo índice caía unas gotas de sangre, y su mirada verde era impasible, como el resto de su cara. Un escalofrió me recorrió el cuerpo cuando planto sus ojos en los míos.
-Ha tenido que irse- dijo Lys alzándose de la cama- ¿Te ocurre algo?
-Me he hecho daño en el dedo- dijo enseñando su dedo índice al muchacho- me he cortado en clase de tecnología, mientras preparaba el proyecto de este trimestre. ¿Me podrías decir donde están las gasas?
Lys le señalo un armario acristalado. Esmeralda se acerco a él y lo abrió, saco un par de gasas. La observe desde allí, observando sus ojos como le mismo bosque. Castiel observaba todos sus movimientos, en su mirada había algo extraño, algo que jamás me habría imaginado en sus ojos metálicos, tristeza.
Pena, remordimientos, y tristeza, todo eso concentrado en una misma mirada, jamás podría haber imaginado, que alguien que me acaba de robar toda mi energía con una mirada, pudiese mirara de aquella forma a alguien.
Esmeralda o no parecía darse cuenta o la ignoro por completo, mientras se vendaba el dedo. Su cara seguía inmutable. Se termino de vendar el dedo, y se sentó en una de las camas de enfrente a la de Lys.
-Esperare a que venga el enfermero- dijo con voz impasible, su tono de voz no mostraba ningún sentimiento.
Durante varios minutos, estuvimos en silencio, incómodamente. Lys se mantenía acostado en la cama, con los ojos cerrados, Castiel jugueteaba con sus dedos, mientras que yo me mantenía quieta, las piernas ya no volvían a temblarme, si no que parecía estar clavadas al suelo.
-¿Qué tal están tus abuelos?- dijo Castiel rompiendo el incomodo silencio.
Esmeralda le miro a los ojos y se mantuvo impasible.
-Bien- dijo simplemente- ¿Y tus padres?
Castiel le dirigió una mirada llena de reproche, pero ella no se inmuto. Los ojos del muchacho ahora si parecían metal brillante, y afilados como una daga. Esmeralda continuo manteniendo el dedo tapado, desde allí podía ver la sangre saliendo de la gasa, de un color carmesí. Podía notar la tensión que se palpitaba entre ellos.
-Muy bien- dijo sonriéndole fríamente.
-Me alegro mucho- dijo Esmeralda sonriéndole. Era una sonrisa vacía, sin ningún sentimiento, nada, solo había movido los músculos de sus labios.
-¿Y qué tal están tus padres?- dijo Castiel, con sus ojos metálicos.
La vacía sonrisa de Esmeralda desapareció como un soplido. Por primera vez pudo notar en su rostro, un sentimiento, sus cejas se movieron levemente, aunque desde allí no podía estar segura. Sus ojos se cerraron levemente, como si un depredador estuviera vigilando a su presa.
-Bien- dijo simplemente.
La conversación termino tal y como había empezado. Se quedaron en silencio durante un rato. Pase por el pasillo, pero nadie me hacía caso, todos se mantuvieron quietos. Me senté en la cama donde descansaba Lys, y Castiel estaba sentado, me puse justo detrás de él para protegerme de la mirada de Esmeralda. Castiel se mantenía tenso.
Esmeralda se levanto de la cama y fue hacía la puerta.
-Veo que el enfermero no llegara pronto- suspiro, intentando mostrar un sentimiento, pero en su rostro era casi imposible- volveré a clase, le diré al profesor que estáis cuidando de Lysandre.
Salió de la habitación tal y como había llegado, como un suspiro. Ahora Castiel ya no me daba miedo como hacía unos instantes, ahora me lo daba Esmeralda, había podido con él, como si nada. Cerró la puerta tras de sí, dejándonos a los que estábamos allí en silencio.
-¿Castiel estas… bien?- dije tras ver su cara, tensa.
-Sí- dijo respondiendo secamente- estoy bien.
Preferí no preguntarle nada más. De mi bolsillo, saque mis cascos y me puse la música a todo volumen. Me sumergí en las notas de aquella balada, mientras cerraba los ojos y me relajaba por completo. Castiel continúo allí sentando, quieto.
Tras varias horas sin hacer nada, la sirena volvió a sonar. Mire la hora y me di cuenta de que ya era la hora de volver a casa. Me levante de la cama. Recogí mi mochila del suelo, junto con la de Lys.
-Al menos déjame que te lleve la mochila- dijo sonriéndole con tristeza.
-Tranquila no pasa nada- dijo sonriendo-Castiel puede acompañarme hasta casa, los dos vivimos en las afueras.
Salimos de la enfermería, los tres juntos, como si hubiéramos sido compañeros siempre. La gente que salí de clase, se quedaba mirándome, algunos con envidia y otros con odio. Me sentía algo avergonzada. Castiel me paso el brazo por mi hombro y sonrió
-¿Te gusta que te miren? - dijo sonriendo con picardía, recuperando su antigua personalidad de idiota, que tanto odiaba- algún día serás la persona más popular del instituto.
Aquella vez no me deshice de su brazo, un rato después no supe porque no lo hice, durante horas lo estuve pensando, pero no tuve respuestas. Lo mire a sus ojos metálicos sonreí con desgana. No debía tomar tan a la ligera a Castiel. Parecía ser completamente diferente cuando se enfadaba.
Llegamos hasta la puerta del Sweet Amoris y le entregue la mochila de Lys.
-Cuida de él- le susurre.
El me sonrió pícaramente, mientras cargaba la mochila en hombro. Los dos se fueron calle abajo, hasta que no los vi desaparecer entre las casas del pueblo, no subí al autobús. Me acomode en uno de los asientos de detrás, sola, como los días anteriores, notaba las miradas puestas en mí, como agujas clavándose en mi nuca.
Saque de nuevo mi Mp3 y me puse la música a todo volumen. Cerré los ojos para intentar tranquilizarme. Note como el autobús comenzaba a avanzar por las carreteras. La vista desde allí era preciosa, los bosques eran verdes, como una joya brillante. Pasaron por un escarpado acantilado, donde descendía un fino hilo de agua.
Una cosa me quedo clara después de aquel día, Esmeralda y Castiel tenían una especie de tensión entre ellos, se portaban bien delante de los demás. Parecían sentir odio entre los dos, pero no tanto como para pelearse. Puede que solo hubiera sido mi imaginación. Tenían que ser por los padres de ellos, como si hubiera algún problema entre ellos.
Durante el resto del viaje estuve machacándome la cabeza, pero todas las cosas que se me ocurrían eran tonterías sin sentido, la mayoría eran imposibles. Me prometí que al día siguiente le preguntaría a Lys o Nathaniel, al que por cierto no había visto en todo el día, y no me iría hasta que no lo consiguiera. También me prometí que aquel día iría a clase, gracias a Castiel no había asistido a las anteriores.
El autobús paro, justo delante del coche de su madre, que aquel día sí que la esperaba, ninguna sombra me acechaba desde el bosque. Baje del autocar, dando saltitos, era extraño, me sentía bien por dentro, después de haber tirado a un chico por las escaleras y haberme peleado con otro.
Subí al coche y me puse al cinturón, sonreí a mi madre, esta vez con sinceridad.
-¿Qué tal el día cariño?- dijo sonriendo con luminosidad.
-Muy bien- le dije con sinceridad.
El motor de 4x4 comenzó a rugir. Comenzó a ascender la escarpada cuesta, en la radio sonaba un tema de rock muy conocido, pero no recordaba cómo se llamaba. Mientras pensaba como se llamaba, lo vio por el rabillo de ojo, una sombra deslizándose a una velocidad increíble.
Me gire con rapidez, pero ya había desaparecido. Trague saliva, me estaban vigilando.
lunes, 7 de enero de 2013
Nueva Historia. Esmeralda.
Sipnosis.
Anna va a vivir con su madre a la montaña tras sufrir acosos en su anterior instituto. Conoce a gente muy especial, pero la más es Esmeralda, una chica fría y distante, con un oscuro secreto que tiene que ver con una maldición familiar tan antigua como el mismo mundo...
Esmeralda Capitulo 1
Capitulo 1
Violeta
Cuando muere alguien que te importa, supongo que sientes, que el corazón te sangre, no literalmente. Yo no sé lo que se siente, jamás he perdido a nadie importante, eso debería alegrarme, pero siento que no comprendo a la gente cuando muere alguien importante para ellos.
Aquella mañana no era diferente a las demás. Dormía tranquilamente entre las mantas de mi cama, cuando mi madre me despertó. Aquel día significaba el final del verano y el comienzo del nuevo curso. No tenía ganas de dar fin a las vacaciones, pero no existe una máquina del tiempo, que paren las horas.
Gruñí mientras mi madre corría las ventanas, sus ojos verdes detonaban alegría, como era normal en ella, su cabello miel estaba recogido con lápices de colores, su frágil pie brillaba con la luz solar, sus rasgos eran delicados, vestía con un jersey morado, vaqueros, y botas altas negras. Me escondí debajo de las sabanas, cansada.
-No seas dormilona- dijo sonriendo como mil soles- hoy es tu primer día de clase.
-No tengo ganas de ir al instituto- dije tapándome aun más.
Mi madre rio cantarinamente. Aquella risa me ponía cabreada, porque ella detonaba alegría por todos los poros de su cuerpo, mientras que ello prefería estarme quietecita. Me escondí aun más, sabiendo que no me esperaba un día bueno.
Después de dieciséis años, viviendo en la gran ciudad, mi madre le dio un ataque y decidió que era hora de cambiar la contaminación, los ruidos de los coches y a nuestro pequeño apartamento del centro, por un pueblo perdido por las montañas. Deje atrás, a mi única amiga, Pam, la única persona que me había entendido hasta ahora, la casa donde había crecido donde había estado desde que tenía recuerdos. Lo deje todo para ir con mi madre, una escritora de gran éxito, que necesitaba inspiración después de quedarse atascada en un capitulo desde hacía mes.
Cuando lo empaquete todo, un par de lágrimas se derramaron por mi rostro. Pase el máximo tiempo con Pam, viendo películas antiguas hasta el amanecer, también llore. Le di un abrazo muy fuerte y le hice prometer que me visitaría lo antes posible. Después subí al coche, y vi como toda mi vida se rompía en pedacitos.
Llevaba un mes allí, me seguía pareciendo el lugar más perdido que había conocido jamás. Apenas había cobertura y tenía que dar vueltas por toda la casa para encontrarla, era horrible. Apenas había salido de la casa, me mantenía acostada la mayoría del tiempo en el sofá.
-Todo irá bien cariño- dijo mi madre subiendo por las escaleras hasta mi cama.
Mi madre, me había concedido el gran honor de dejarme el cuarto más grande la casa. Había pintado las paredes de azul celeste, grandes ventanales que iban del suelo al techo en la mayoría de las paredes, excepto en la que estaba mi cama. Los suelos como el resto de la casa eran de madera oscura. Mi cama, era como una litera, pero en la parte de abajo tenía mi escritorio. El armario era empotrado a la pared, también tenía una cómoda, además de un aseo propio.
Vivíamos en una de esas típicas casas modernas, que habían vendido a mi madre muy barata, por los problemas de acceso que había para llegar hasta allí. Vivíamos literariamente perdidas en las montañas, completamente asolas.
Mi padre nos había abandonado cuando yo era apenas un bebe, aunque mi madre, siempre tan alegre, no le gustaba hablar del tema. Así que no sabía que era tener una figura paterna.
Me asome entre las sabanas, pude ver a mi madre con una gran sonrisa pintada en su rostro.
-¿Me prometes que todo irá bien?- le dije saliendo de mi perfecto escondite.
-Si cariño, eres una gran persona- dijo acariciando uno de mis mechones de pelo- harás amigos rápido.
-¿Y si no es así?- dije cansada.
Esa no era la única razón por la que me había mudado, durante mis tres años anteriores de instituto, había recibido el acoso de mis compañeros de escuela diariamente. Aunque sabía que mi madre lo hacía por mí, decía que por el tema de su libro, así no me entristecía, que por mi culpa lo hubiera tenido que dejar todo atrás.
Mi madre no me respondió a aquella pregunta, bajo de mi cama y volvió a mostrar su brillante sonrisa.
-Venga levántate ya o llegaras tarde- dijo saliendo de mi cuarto.
Baje de la cama, mientras notaba como mi estomago daba botes de alegría, solo pensando en la idea de conocer gente. Había dejado la ropa preparada la noche anterior, pero ahora lo miraba no tan convencida. Al final decidí cambiar la camiseta negra por una blanca, con unos pantalones vaqueros claros, y una chaqueta de cuero marrón, con unas sobrinas o bailarinas marrones.
Desde que tenía recuerdos, siempre había sido algo antisocial. La única amiga que tenía era Pam, y la conocí durante el primer año de instituto. No era algo que necesitase al cien por cien, era como tener algo que si lo pierdes puedes seguir viviendo, y ese era mi caso. Hasta que conocí a Pam, no sabía lo que era la verdadera amistad. Aquel sentimiento me gustaba y no quería abandonarlo.
Salí de mi cuarto y baje las escaleras dando saltitos nerviosa. Había estado temiendo aquel día desde el fin de las clases, adentrarme en un lugar nuevo, me daba escalofríos, no me gustaban los cambios, pero había dado el mayor que podía hacer.
Llegue al comedor, las paredes eran blancas, con una gran mesa de comedor para dos personas, al otro lado estaba la televisión que apenas encendía, y el sofá donde había pasado la mayoría del día. Mi madre me esperaba con el desayuno ya puesto en la mesa, sonreía infundiéndome ánimos, mientras yo la miraba con tristeza.
Tome mi zumo de piña y las tostadas con desganas, notando que mi estomago no aceptaba comida, pero iba a estar la mayoría de la mañana, y no sabía a hasta cuando estaría allí. Me imagine que nos distribuirían por clases. Aunque no estaba del todo segura. Una idea me llego a la cabeza, quien sabe puede que incluso hiciera amigos, aunque me seguía pareciendo algo radical. Me termine el desayuno y volví a mi cuarto a terminar de prepararme. Me peine mi negro cabello negro como el carbón, lave mi piel blanca como la piel, me puse las lentillas que hicieron que mis ojos fueron normales.
Mis ojos, son violetas, como el color del cielo durante el anochecer, algo muy raro entre los humanos, uno entre un millón. Pero aquello había ocasionado burlas en mi anterior instituto, como medida preventiva, mi madre habia decidido que usara lentillas para que fueran como el color de la madera, y así corregir mi problema, ya que soy miope.
Me termine de dar los últimos retoques, tapándome los granos que me habían salido durante la noche anterior con maquillaje. Me mire al espejo recordándome que aquel día podría ser distinto a los anteriores comienzos de clase. Recogí mi bolso y baje las escaleras, lentamente.
Mi madre ya me esperaba, y me hubiera gustado que se hubiera olvidado de que tenía que llevarme hasta la parad del autobús. Salimos a la calle, mientras mi madre me arrastraba. Subí al 4x4 que había comprado tras su llegada allí. Bajamos por la estropeada carretera, que ni si quiera estaba asfaltada. Mi estomago comenzó a molestarme.
El momento más temido llego, por fin la carretera de piedra dio paso a la de asfalto. En la radio sonaba un tema de Nirvana, que hacía que me trajeras viejos recuerdos de mi antigua casa. Mi madre apago el motor. Nos mantuvimos en silencio.
Cientos de pensamientos pasaron por mi mente en aquel momento. Pero ninguno era bueno. Temía que volviera a sufrir lo mismo que en el anterior instituto, abrace fuertemente mi bolsa, mientras contemplaba el bosque, asustada. Eran pinos de gran altura, debían tener cientos de años, estaba casi segura de que había zonas que jamás habían sido pisadas por el hombre.
Por fin llego mi mayor temor, el autobús del instituto. Mi madre me dio un beso en la mejilla a modo de despedida, le sonreí de forma tranquilizadora, aunque por dentro temblaba como un flan. Mientras caminaba hasta el autocar, agarre con fuerza mi bolso, mi único apoyo.
Subí las escaleras lentamente, el conductor era un hombre mayor que ni si quiera me dio los buenos días cuando subí. Por suerte, el autobús estaba vacío, yo debía ser la primera parada. En mi interior di un salto de alegría, pero me mantuve firme por fuera.
Me senté en los asientos más alejados de la entrada. En cuanto elegí el sitio, el autobús se puso en marcha. De mi bolso, saque mi Mp3, me puse los cascos y me aislé del mundo entero. La música de The Who hizo que mis preocupaciones volaran, hasta que el autobús paro en mi nuevo instituto.
No me había dado cuenta, pero el autobús se había llenado de alumnos, que vivían perdidos en la montaña como yo. Me sentí algo cohibía, porque todos parecían conocerse, yo era como un parasito entre toda aquella gente. Me hundí aun más en mi asiento, y espere a que todo el mundo saliera, para bajar del autobús tranquila, estoy casi segura que mi madre me hubiera llamado la atención por no haber intentado hablar con alguien, pero no me encontraba de humor para aquello.
Mi primera impresión de mi nuevo instituto: húmedo. Cuando había subido hacía un esplendido día, pero durante el viaje, había comenzado a nublarse, hasta esconder el sol y comenzar a llover. Corrí hacía la entrada, con los demás alumnos. Entre al instituto, y me sentí algo perdida, no sabía a dónde ir.
Avance por los pasillos, mientras los demás alumnos pasaban a mí alrededor, suspire. ¿Cómo pensaba que aquella situación que me había acosado desde la escuela cambiase de golpe? Algo desorientada, intente volver de nuevo a la entrada, pero estaba completamente perdida. Me sentí muy asustada.
Mire hacía todos los lados, buscando a alguien que me pudiese ayudar, pero no era demasiado tímida para hablar con alguien. Me dio mucha rabia ser así, me hubiera gustado ser como Pam, que comparada conmigo era mucho más amigable que yo.
-¿Estás bien?- dijo una voz a mis espaldas- ¿Necesitas ayuda?
Me di la vuelta, y pude ver a un muchacho de aproximadamente de mi edad, su cabello era rubio brillante, sus ojos parecían miel, vestía con una camisa blanca, unos pantalones marrones y zapatos de vestir.
-Si me pudieras ayudar…- dije tímidamente- soy nueva y no conozco esto.
-¿Tú debes de ser Anna, no?- dijo, le mire algo desconfiada ¿Cómo sabía mi nombre?- Soy el delegado de la clase de cuarto, y eres la única alumna nueva de este año- en ese momento sentí que toda la atención iba a recaer sobre mí, y no me sentí nada a gusto- Te llevo buscando desde hace un rato.
-Lo siento pero no conozco esto- dije algo cohibida, nunca me había habla un chico tan guapo.
-La directora me ha pedido que te guie- dijo el muchacho sonriendo- Mi nombre es Nathaniel.
Me guio por el instituto, enseñándome la biblioteca, el gimnasio, donde entrenaba el equipo de baloncesto, que por lo que me conto Nathaniel, era de una escuela de alto rendimiento que venía aquí a entrenar porque su centro estaba en reformas por culpa de las últimas lluvias. Me sentía a gusto con aquel muchacho, era el primer chico, de mi edad, que me hablaba bien. Me enseño el resto del instituto, que no era tan grade como me había parecido en un primer momento.
Después de media hora, me guio hasta un aula que se encontraba en el segundo piso.
-Aquí tenemos tres clase de cuarto- dijo Nathaniel- así que hay que ahora nos dividirán. No puedo quedarme porque tengo una reunión con los demás delegados. Nos vemos en un rato.
Antes de que pudiera decir nada, me dio dos besos en la mejilla a modo de despedida. Cuando ya se fue, note como mis mejillas se enrojecían. Cuando ya volvieron a la normalidad, respire hondo, induciéndome la idea de que habría más gente como Nathaniel en aquella clase. Abrí la puerta del aula con seguridad.
Que se desvaneció en cuanto puse un paso en aquella aula. Los alumnos de dieciséis años se agrupaban en grupos, en cuanto llegue, me sentí cohibida, porque no pertenecía a ninguno de aquellos grupos, de nuevo me volví a sentir algo anti-social.
Atravesé el aula, mientras sentía que algunos se quedaban mirándome, otros me ignoraban, no sabía cuál de las dos cosas prefería. Aquella aula era anormalmente grande, así cabía perfectamente todo el curso de cuarto. Me senté en los asientos de detrás, mientras esperaba que en cualquier momento apareciese Nathaniel. A mi lado había sentado una chica que también estaba sola, éramos las únicas que no estábamos en un grupo.
Pasó aproximadamente media hora, y empecé a sentirme algo más a gusto. Nadie me hablo, pero tampoco se metían conmigo, en mi interior daba saltos alegría, el siguiente paso sería hacer amigos, aunque aquello último me parecía algo más difícil.
Desde mi bolso comencé a escuchar pitidos, rebusque en ella hasta encontrar mi móvil. Lo desbloque y vi que Pam me había enviado un mensaje, las mariposas comenzaron vibrar en mi estomago, era la primera vez que tenía cobertura desde hacía días. Con nervios y casi sin atinar, abrí el mensaje: “¿Qué tal la escuela? Te echo mucho de menos, espero poder verte pronto”
Releí el mensaje varias veces, me sentí muy triste por ella, pero al contrario de mí, ella hacía amigos con mayor facilidad que yo. Sentí que al irme le daba una oportunidad de hacer más amigo. Durante los tres años anteriores, había estado la mayor parte del día conmigo para no dejarme sola, y así había conseguido dejar de hablarse con la mayoría de sus amigos. Siempre me había sentido muy mal por ella.
Comencé a pulsar a escribir el mensaje, acordándome de ella. “Estoy bien, aquí todo el mundo es muy amable conmigo, creo que ya he hecho un amigo” Le envié el mensaje esperando a que Nathaniel apareciese, pero paso más de una de un cuarto de hora.
Cuando ya me sentía rendida, aparecieron tres profesores. Sentí como mi estomago vibraba del nerviosismo, era la hora de saber con las personas que compartiría clase durante los siguientes nueve meses. Empecía dar toques en la mesa, mientras respiraba lentamente.
-Bienvenidos a un nuevo año en el instituto Sweet Amoris- dijo un profesor con aspecto desaliñado- este año contamos con una nueva alumna, no teníamos a alguien nuevo desde que comenzó el curso- sentí como mis mejillas enrojecían cando todo el mundo se quedo mirándome.
-Ahora pasemos a dividiros por clase- dijo una profesora bajita y regordeta.
Durante los siguientes diez minutos, la clase del A fue saliendo del aula, entre ellos Nathaniel, que debía estar en la reunión de los delegados por qué no lo vi aparecer. La profesora regordeta salió del aula con los primeros alumnos. El profesor desaliño comenzó a decir la clase que formaría el B.
-Anna Heat.
Me levante de un salto, como si un muelle hubiera sido accionado. Todos me miraron, me sentía extraña porque nunca había llamado la atención y ahora de golpe lo era, levante la cabeza, mientras en mi rostro se formaba una sonrisa. Avance hasta donde estaba el resto de los alumnos de la clase del B.
-Esmeralda de la Cort.
Entonces la vi, ojos que parecían piedras preciosas, verdes como las esmeraldas, brillantes como las estrellas incluso más especiales que los míos. Su cabello era caoba y lo llevaba recogido en un trenza larga, simplemente iba vestida con una camisa a cuadros algo vieja y unos vaqueros con botas, también viejas y estropeadas. Su mirada era impasible, no mostraba ninguna emoción. Un escalofrió me recorrió la espalda.
Cuando llego al grupo, nadie la recibió. Se mantuvo sola. De golpe me di cuenta de que era la chica que había estado sentada a mí lado. Pero había estado acostada en la mesa y no había podido verla bien. Al igual que yo parecía no caerle bien a la gente del instituto, pero al contrario de mí, ella parecía rehuir la compañía de los demás. Algunos del grupo la miraban y cuchicheaban, parecía haber algún cotilleo alrededor de ella, pero no pude escuchar de lo que hablaban.
Tras un rato, el resto de sus compañeros y ella salieron del aula. Estaba algo nerviosa, para que mentir, necesitaba conocer gente aparte de Nathaniel, necesitaba a una amiga, que entendiera las cosas de chicas. Subimos hasta la tercera planta, al final del pasillo, parecía la clase más tenebrosa de todos.
Cuando entramos en el aula, me senté a solas en medio del aula. Los demás alumnos hablaban alegremente entre, excepto Esmeralda, que seguía sola, impasible como una estatua, sus ojos tenían algo que me daba miedo, que hacía que mi cuerpo temblara.
No me gustaba absolutamente en nada aquella forma que tenía de mirar, como si hubiera sufrido, y mucho, y prefiriese mantenerse a un lado de todo. Desvié la mirada al suelo algo nerviosa.
-¿Esta libre?
A mi lado, había un muchacho que parecía mayor que yo, su cabello era rojo, y tenía los ojos grises. Vestía con una camiseta roja, una chaqueta negra, al igual que sus pantalones. En su cara había dibujada un sonrisa burlona.
-Adelante- dije corriéndome al lado de la pared y dejándoselo al muchacho.
Se sentó a mi lado. El profesor comenzó a hablar. El muchacho de mi lado directamente le ignoraba, sonreí burlón, haciéndole burlas. Entonces me di cuenta, el era uno de esos chicos burlones, que creían que tenían el mundo a sus pies, que podía conseguir cualquier cosa con solo pedirlo. Aquel era el tipo de persona que se metía conmigo en mi antiguo instituto. Necesitaba aparentar ser fuerte, para que no se volvieran a burlarse de mí.
El muchacho jugueteaba con su móvil, parecía chatear con alguien de la clase, aunque no estaba del todo segura. Una chica rubia de varios asientos por delante se giro sonrió, y le lanzo un beso. Con aquel gesto, ya no me gustaba, me recordaba a las chicas de mi anterior instituto.
Respire hondo, no debía tener tantos prejuicios contra ella no la conocía. Venía allí a hacer amigos no enemigos. Mis anteriores compañeros ni si quiera intentaron que fuera sus amigos, solo la miraron a los ojos y ya estaba todo hecho.
-¿Se puede saber que haces, Castiel?- dijo el profesor.
Apenas me había dado cuenta, de que el profesor se había ido acercando, lentamente a nosotros. Me había pillado completamente desprevenida, no era bueno empezar en un nuevo instituto de esa forma, despistándose con el primer chico que pasaba.
-Yo no estaba haciendo nada- dijo el muchacho- ella me ha lanzado el móvil, cuando se ha acercado.
-Eso es mentira- me defendí casi al instante, solo me faltaba aquello para caerle bien al profesor.
El profesor nos observo a los dos, trague saliva nerviosa, no era la primera vez que me enviaban al despacho del director, pero normalmente era cuando se burlaban de mí, pero jamás servía de nada porque seguían haciéndolo.
-Los dos al despacho de la directora- dijo el profesor tajante- ¡Ya!
Intente explicarme, pero la mirada que me lanzo, me dejo sin palabras, así que, salí de la clase seguida por el tal Castiel, que sonreía maliciosamente. Primera impresión que daba al profesor y a mi clase: Rebelde, y aquello no me gustaba nada, yo era un chica tímida y normal.
Salimos al pasillo y juntos nos dirigimos al despacho del director. Castiel parecía feliz, mientras que yo andaba de muy mal humor.
-De la que me he librado- dijo el muchacho- muchas gracias enana.
Me volví a él cabreada, mientras me observaba divertido. Jamás había estado tan enojada con nadie, era la primera vez que me hacían una jugarreta de aquel tipo.
-Las gracias te las debería de dar yo ¿No?- dije casi gritándole- Me has hecho quedar como un idiota delante de todo el mundo.
-Pero que dices- dijo pasándome el brazo por los hombros- te acabo de convertir en la chica más popular- entonces se acerco a mi oído y me susurro-conmigo puedes tenerlo todo.
-¿Y qué iba a querer yo que tu pudieras darme?- dije mirándolo directamente a los ojos.
-¿Nunca has querido ser popular?- dijo extendiendo el brazo por el aire -¿No me digas que eras popular?
-No- le respondí secamente- Era normal como quiero ser ahora.
Me deshice de su brazo y ande más rápido, pero parecía bastante encabezonado conmigo. Se adelanto a mí, y se puso andar hacia atrás.
-Me gustas enana.
Me pare en seco y cabreada le grite:
-¡Me llamo Anna!- dije muy enfurecida.
Creo que grite demasiado fuerte, pude oír, como en una de las aulas el profesor parecía haberlo escuchado y salía. Castiel me agarro del brazo y corrimos juntos por el pasillo. Notaba mi corazón palpitar en mi pecho, la adrenalina recorría mis venas, dándome euforia. Nos escondimos detrás de una columna y vimos como el profesor pasaba sin habernos visto. Cuando estuvo lo suficientemente lejos me relaje un poco.
-Creo que este curso nos lo vamos a pasar muy bien enana- canturreo Castiel.
Recordé las indicaciones que me había dado Nathaniel, para ir a la sala de los profesores, y justamente al lado estaba el despacho de la directora. Baje hasta la planta baja, seguida por Castiel, que sonreía con malicia. Podía notar su mirada en mi nuca, y me ponía nerviosa.
-¿Pretendes ir al despacho de la directora?- dijo el muchacho poniéndose a mi lado.
-Si- dije volviéndome hacía él-¿Tu no?
-Pues sinceramente me da igual- dijo con aire de indiferencia- pensaba ir a dar una vuelta por el pueblo o ir al bosque prohibido.
-¿Se pude saber que haces aquí Anna?- dijo una voz antes de que respondiera.
Me volví rápidamente. Allí estaba Nathaniel, debía de haber acabado la reunión de los delegados. Me observaba con gesto decepcionado y eso me hizo sentir mal.
-¿No deberíais estar los dos en clase ahora?- dijo Nathaniel mirándonos a los dos a la vez.
Cuando iba responderle, Castiel me interrumpió.
-¿Y a ti quien te importa Rubito?- dijo adelantándoseme a mí.
-Castiel estamos en el primer día de clase- dijo Nathaniel- ¿No podrías portarte bien ni el primer día?
-Hago lo que me da la gana- le respondió el muchacho algo cabreado- tú no eres nadie para controlarme.
-Castiel ya hablamos sobre esto el curso pasado- dijo Nathaniel cansado- recuerda en lo que…
-¡Ya lo sé!- dijo cortándole gritando- No hace falta que me lo repitas cada vez que nos vemos.
Castiel desapareció escaleras arriba, mientras Nathaniel y yo le observábamos.
-¿En qué lio te ha metido Castiel?- suspiro Nathaniel.
Le conté todo lo ocurrido en clase, pero preferí callarme la conversación que había tenido con Castiel, no tenía nada que ver con lo el lio que me había metido, así que… para que hacerlo, sería mi pequeño secreto.
-Siempre hace lo mismo- suspiro cansado.
-No pasa nada- le dije.
-La próxima vez que te moleste abisme ¿Vale?- dijo mirándome directamente a los ojos.
-Lo hare- dije agradecida.
Entonces recordé a la chica de los ojos como piedras preciosas, Esmeralda.
-¿Conoces a Esmeralda?- le pregunte sin rodeos a Nathaniel.
El muchacho se paró en seco y me miro directamente a los ojos algo confundido, como si hubiera dicho una palabra tabú. Me sentía algo avergonzada por haberle preguntado sobre, y me arrepentí casi al instante. Me sonrió y continúo caminando.
-¿A qué viene esa pregunta?- dijo extrañado.
-Era por curiosidad- dije intentando no meter la pata de nuevo- Estoy en la misma clase que ella.
-¿Entonces has visto sus ojos?-asentí- Son los más increíbles que he visto. Uno entre un millón.
Entonces recordé lo que me decía mi madre cuando me sentía algo triste por las burlas de mis compañeros: <> Me parecía mucha casualidad, que dos personas con aquella mirada se juntaran en el mismo lugar, aunque ella no sabía que mis ojos fuera violetas y no quería que lo supiese nadie.
-¿Por qué es así?- dije volviendo a la realidad- Tan fría...
-Antes no lo era- dijo mirándome triste- hace unos cinco años era la persona más alegre que he conocido. Pero tras aquella catástrofe, no volvió a ser la misma.
-¿Qué ocurrió?
-Ahora no tengo ganas de hablar del tema- dijo sonriéndome- ya te contare esa historia otro día. El autobús está a punto de llegar, si quieres te acompaño a la parada.
Fuimos juntos hasta fuera del instituto, donde algunos alumnos ya habían finalizado su primer día de clase, y se reunían en grupos en el patio. Cuando nos vieron aparecer algunos cuchichearon, me escondí en mi chaqueta disimuladamente, estaba algo nerviosa.
Nathaniel parecía no darse cuenta o directamente lo ignoraba, porque ni si quiera les hizo ni el mínimo caso, al contrario de mí. Salimos del reciento, donde el autobús ya había llegado, algunos de los alumnos a subían a él. Sin querer, busque a Castiel entre la multitud, aunque al segundo me di cuenta de lo que hacía y me gire en rotundo.
-Yo vivo en el pueblo, así que no subo en el autobús-dijo Nathaniel- Adiós, hasta mañana.
Me despedida dándome dos besos en la mejilla como despedida. No pude reprimirlo y me sonroje levemente, aunque no tanto como la primera vez.
Sentí que aquel día había sido bueno, no había sido como me esperaba pero había estado bastante bien, Había conocido a Nathanielaniel, que la había tratado bien, o como Castiel que había sido un poco grosero con ella. Pero lo que más le había impactado era Esmeralda, como podía existir alguien con aquella mirada tan… no tenía palabras para describirla.
Un pitido sonó desde mi bolso, rebusque en el hasta encontrar mi móvil. Había recibido un mensaje, y aquel pitito solo lo tenía una persona: Pam. Abrí el mensaje con nerviosismo. “Espero que sea así, sin ti me aburro mucho ¿Hay chicos guapos? Casi al instante pensé en Nathanielaniel y en Castiel. Guarde la móvil nerviosa en cuanto llego el autobús.
Subí de las primeras y pude elegir asiento. Nadie se sentó conmigo, tampoco los esperaba, allí todo el mundo se conocía, yo era la nueva. Me propuse que al día siguiente me sentaría con alguien. Me di cuenta que estaba cogiendo algo de confianza. Mientras hablaba con Castiel, jamás se me habría ocurrido que podría hablarle a un chico de aquella forma. Normalmente me hubiera callado y hubiera mirado al suelo.
Estaba cambiando, me estaba volviendo más confiada, o puede simplemente que Castiel fuera la única persona en el mundo capaz de ponerme nerviosa, seguramente fuera aquello. Uno vocecita en mi mente me hablo: Es muy guapo y se ha fijado en ti. Pero al momento me recordé que era un idiota irrespetuoso, que ni si quiera se había aprendido mi nombre.
Deje aquellos pensamientos de lado, y me propuse retomarlos en otro momento. De mi bolsa saque mi Mp3 y busque una canción en especial, de Jace Evereth, que se había convertido en la banda sonora de una serie de vampiros. Me hundí entre sus letras durante el resto del viaje, cuando quise darme, el autobús estaba vacío por completo. A los pocos minutos paro en donde me había recogido aquella mañana y baje. Busque el 4x4 de mi madre pero no lo encontré por ningún, saque el móvil y le envié un mensaje diciendo que ya había llegado. Tardaría por lo menos diez minutos en llegar.
Busque un lugar donde sentarme. Cruce la carretera y me senté en una piedra. Desde allí podía observar el pueblo, que se encontraba en el fondo de un valle. Desde allí podía ver el instituto. Oí algo crujir por las piedras del camino, ya había llegado mi madre.
Me gire, pero allí no había nada. Entonces note como algo me observaba desde las profundidades del bosque. Trague saliva asustada, y lo observe todo con atención. Una sombra se deslizo a una velocidad inhumana, no pude oír el crujir de las hojas crujiendo tras sus pasos. Lentamente retrocedí, la sombra volvió a moverse, está vez más cerca de mí.
-¿Qué tal el primer día de clase?
Di un brinco asustada, mi madre había llegado con su 4x4. Me observaba algo extrañada.
-¿Ocurre algo cariño?- dijo preocupada.
Mire de nuevo donde había visto la sombra, pero ya no estaba ahí, había desaparecido de la misma forma que había aparecido.
-No nada- dije sonriendo.
Subí nerviosa mientras mi madre retomaba el viaje de vuelta a casa. Parloteaba sobre algo, pero yo no la escuchaba, solo podía escuchar el latido de mi corazón palpitando rápidamente en mi pecho.
Violeta
Cuando muere alguien que te importa, supongo que sientes, que el corazón te sangre, no literalmente. Yo no sé lo que se siente, jamás he perdido a nadie importante, eso debería alegrarme, pero siento que no comprendo a la gente cuando muere alguien importante para ellos.
Aquella mañana no era diferente a las demás. Dormía tranquilamente entre las mantas de mi cama, cuando mi madre me despertó. Aquel día significaba el final del verano y el comienzo del nuevo curso. No tenía ganas de dar fin a las vacaciones, pero no existe una máquina del tiempo, que paren las horas.
Gruñí mientras mi madre corría las ventanas, sus ojos verdes detonaban alegría, como era normal en ella, su cabello miel estaba recogido con lápices de colores, su frágil pie brillaba con la luz solar, sus rasgos eran delicados, vestía con un jersey morado, vaqueros, y botas altas negras. Me escondí debajo de las sabanas, cansada.
-No seas dormilona- dijo sonriendo como mil soles- hoy es tu primer día de clase.
-No tengo ganas de ir al instituto- dije tapándome aun más.
Mi madre rio cantarinamente. Aquella risa me ponía cabreada, porque ella detonaba alegría por todos los poros de su cuerpo, mientras que ello prefería estarme quietecita. Me escondí aun más, sabiendo que no me esperaba un día bueno.
Después de dieciséis años, viviendo en la gran ciudad, mi madre le dio un ataque y decidió que era hora de cambiar la contaminación, los ruidos de los coches y a nuestro pequeño apartamento del centro, por un pueblo perdido por las montañas. Deje atrás, a mi única amiga, Pam, la única persona que me había entendido hasta ahora, la casa donde había crecido donde había estado desde que tenía recuerdos. Lo deje todo para ir con mi madre, una escritora de gran éxito, que necesitaba inspiración después de quedarse atascada en un capitulo desde hacía mes.
Cuando lo empaquete todo, un par de lágrimas se derramaron por mi rostro. Pase el máximo tiempo con Pam, viendo películas antiguas hasta el amanecer, también llore. Le di un abrazo muy fuerte y le hice prometer que me visitaría lo antes posible. Después subí al coche, y vi como toda mi vida se rompía en pedacitos.
Llevaba un mes allí, me seguía pareciendo el lugar más perdido que había conocido jamás. Apenas había cobertura y tenía que dar vueltas por toda la casa para encontrarla, era horrible. Apenas había salido de la casa, me mantenía acostada la mayoría del tiempo en el sofá.
-Todo irá bien cariño- dijo mi madre subiendo por las escaleras hasta mi cama.
Mi madre, me había concedido el gran honor de dejarme el cuarto más grande la casa. Había pintado las paredes de azul celeste, grandes ventanales que iban del suelo al techo en la mayoría de las paredes, excepto en la que estaba mi cama. Los suelos como el resto de la casa eran de madera oscura. Mi cama, era como una litera, pero en la parte de abajo tenía mi escritorio. El armario era empotrado a la pared, también tenía una cómoda, además de un aseo propio.
Vivíamos en una de esas típicas casas modernas, que habían vendido a mi madre muy barata, por los problemas de acceso que había para llegar hasta allí. Vivíamos literariamente perdidas en las montañas, completamente asolas.
Mi padre nos había abandonado cuando yo era apenas un bebe, aunque mi madre, siempre tan alegre, no le gustaba hablar del tema. Así que no sabía que era tener una figura paterna.
Me asome entre las sabanas, pude ver a mi madre con una gran sonrisa pintada en su rostro.
-¿Me prometes que todo irá bien?- le dije saliendo de mi perfecto escondite.
-Si cariño, eres una gran persona- dijo acariciando uno de mis mechones de pelo- harás amigos rápido.
-¿Y si no es así?- dije cansada.
Esa no era la única razón por la que me había mudado, durante mis tres años anteriores de instituto, había recibido el acoso de mis compañeros de escuela diariamente. Aunque sabía que mi madre lo hacía por mí, decía que por el tema de su libro, así no me entristecía, que por mi culpa lo hubiera tenido que dejar todo atrás.
Mi madre no me respondió a aquella pregunta, bajo de mi cama y volvió a mostrar su brillante sonrisa.
-Venga levántate ya o llegaras tarde- dijo saliendo de mi cuarto.
Baje de la cama, mientras notaba como mi estomago daba botes de alegría, solo pensando en la idea de conocer gente. Había dejado la ropa preparada la noche anterior, pero ahora lo miraba no tan convencida. Al final decidí cambiar la camiseta negra por una blanca, con unos pantalones vaqueros claros, y una chaqueta de cuero marrón, con unas sobrinas o bailarinas marrones.
Desde que tenía recuerdos, siempre había sido algo antisocial. La única amiga que tenía era Pam, y la conocí durante el primer año de instituto. No era algo que necesitase al cien por cien, era como tener algo que si lo pierdes puedes seguir viviendo, y ese era mi caso. Hasta que conocí a Pam, no sabía lo que era la verdadera amistad. Aquel sentimiento me gustaba y no quería abandonarlo.
Salí de mi cuarto y baje las escaleras dando saltitos nerviosa. Había estado temiendo aquel día desde el fin de las clases, adentrarme en un lugar nuevo, me daba escalofríos, no me gustaban los cambios, pero había dado el mayor que podía hacer.
Llegue al comedor, las paredes eran blancas, con una gran mesa de comedor para dos personas, al otro lado estaba la televisión que apenas encendía, y el sofá donde había pasado la mayoría del día. Mi madre me esperaba con el desayuno ya puesto en la mesa, sonreía infundiéndome ánimos, mientras yo la miraba con tristeza.
Tome mi zumo de piña y las tostadas con desganas, notando que mi estomago no aceptaba comida, pero iba a estar la mayoría de la mañana, y no sabía a hasta cuando estaría allí. Me imagine que nos distribuirían por clases. Aunque no estaba del todo segura. Una idea me llego a la cabeza, quien sabe puede que incluso hiciera amigos, aunque me seguía pareciendo algo radical. Me termine el desayuno y volví a mi cuarto a terminar de prepararme. Me peine mi negro cabello negro como el carbón, lave mi piel blanca como la piel, me puse las lentillas que hicieron que mis ojos fueron normales.
Mis ojos, son violetas, como el color del cielo durante el anochecer, algo muy raro entre los humanos, uno entre un millón. Pero aquello había ocasionado burlas en mi anterior instituto, como medida preventiva, mi madre habia decidido que usara lentillas para que fueran como el color de la madera, y así corregir mi problema, ya que soy miope.
Me termine de dar los últimos retoques, tapándome los granos que me habían salido durante la noche anterior con maquillaje. Me mire al espejo recordándome que aquel día podría ser distinto a los anteriores comienzos de clase. Recogí mi bolso y baje las escaleras, lentamente.
Mi madre ya me esperaba, y me hubiera gustado que se hubiera olvidado de que tenía que llevarme hasta la parad del autobús. Salimos a la calle, mientras mi madre me arrastraba. Subí al 4x4 que había comprado tras su llegada allí. Bajamos por la estropeada carretera, que ni si quiera estaba asfaltada. Mi estomago comenzó a molestarme.
El momento más temido llego, por fin la carretera de piedra dio paso a la de asfalto. En la radio sonaba un tema de Nirvana, que hacía que me trajeras viejos recuerdos de mi antigua casa. Mi madre apago el motor. Nos mantuvimos en silencio.
Cientos de pensamientos pasaron por mi mente en aquel momento. Pero ninguno era bueno. Temía que volviera a sufrir lo mismo que en el anterior instituto, abrace fuertemente mi bolsa, mientras contemplaba el bosque, asustada. Eran pinos de gran altura, debían tener cientos de años, estaba casi segura de que había zonas que jamás habían sido pisadas por el hombre.
Por fin llego mi mayor temor, el autobús del instituto. Mi madre me dio un beso en la mejilla a modo de despedida, le sonreí de forma tranquilizadora, aunque por dentro temblaba como un flan. Mientras caminaba hasta el autocar, agarre con fuerza mi bolso, mi único apoyo.
Subí las escaleras lentamente, el conductor era un hombre mayor que ni si quiera me dio los buenos días cuando subí. Por suerte, el autobús estaba vacío, yo debía ser la primera parada. En mi interior di un salto de alegría, pero me mantuve firme por fuera.
Me senté en los asientos más alejados de la entrada. En cuanto elegí el sitio, el autobús se puso en marcha. De mi bolso, saque mi Mp3, me puse los cascos y me aislé del mundo entero. La música de The Who hizo que mis preocupaciones volaran, hasta que el autobús paro en mi nuevo instituto.
No me había dado cuenta, pero el autobús se había llenado de alumnos, que vivían perdidos en la montaña como yo. Me sentí algo cohibía, porque todos parecían conocerse, yo era como un parasito entre toda aquella gente. Me hundí aun más en mi asiento, y espere a que todo el mundo saliera, para bajar del autobús tranquila, estoy casi segura que mi madre me hubiera llamado la atención por no haber intentado hablar con alguien, pero no me encontraba de humor para aquello.
Mi primera impresión de mi nuevo instituto: húmedo. Cuando había subido hacía un esplendido día, pero durante el viaje, había comenzado a nublarse, hasta esconder el sol y comenzar a llover. Corrí hacía la entrada, con los demás alumnos. Entre al instituto, y me sentí algo perdida, no sabía a dónde ir.
Avance por los pasillos, mientras los demás alumnos pasaban a mí alrededor, suspire. ¿Cómo pensaba que aquella situación que me había acosado desde la escuela cambiase de golpe? Algo desorientada, intente volver de nuevo a la entrada, pero estaba completamente perdida. Me sentí muy asustada.
Mire hacía todos los lados, buscando a alguien que me pudiese ayudar, pero no era demasiado tímida para hablar con alguien. Me dio mucha rabia ser así, me hubiera gustado ser como Pam, que comparada conmigo era mucho más amigable que yo.
-¿Estás bien?- dijo una voz a mis espaldas- ¿Necesitas ayuda?
Me di la vuelta, y pude ver a un muchacho de aproximadamente de mi edad, su cabello era rubio brillante, sus ojos parecían miel, vestía con una camisa blanca, unos pantalones marrones y zapatos de vestir.
-Si me pudieras ayudar…- dije tímidamente- soy nueva y no conozco esto.
-¿Tú debes de ser Anna, no?- dijo, le mire algo desconfiada ¿Cómo sabía mi nombre?- Soy el delegado de la clase de cuarto, y eres la única alumna nueva de este año- en ese momento sentí que toda la atención iba a recaer sobre mí, y no me sentí nada a gusto- Te llevo buscando desde hace un rato.
-Lo siento pero no conozco esto- dije algo cohibida, nunca me había habla un chico tan guapo.
-La directora me ha pedido que te guie- dijo el muchacho sonriendo- Mi nombre es Nathaniel.
Me guio por el instituto, enseñándome la biblioteca, el gimnasio, donde entrenaba el equipo de baloncesto, que por lo que me conto Nathaniel, era de una escuela de alto rendimiento que venía aquí a entrenar porque su centro estaba en reformas por culpa de las últimas lluvias. Me sentía a gusto con aquel muchacho, era el primer chico, de mi edad, que me hablaba bien. Me enseño el resto del instituto, que no era tan grade como me había parecido en un primer momento.
Después de media hora, me guio hasta un aula que se encontraba en el segundo piso.
-Aquí tenemos tres clase de cuarto- dijo Nathaniel- así que hay que ahora nos dividirán. No puedo quedarme porque tengo una reunión con los demás delegados. Nos vemos en un rato.
Antes de que pudiera decir nada, me dio dos besos en la mejilla a modo de despedida. Cuando ya se fue, note como mis mejillas se enrojecían. Cuando ya volvieron a la normalidad, respire hondo, induciéndome la idea de que habría más gente como Nathaniel en aquella clase. Abrí la puerta del aula con seguridad.
Que se desvaneció en cuanto puse un paso en aquella aula. Los alumnos de dieciséis años se agrupaban en grupos, en cuanto llegue, me sentí cohibida, porque no pertenecía a ninguno de aquellos grupos, de nuevo me volví a sentir algo anti-social.
Atravesé el aula, mientras sentía que algunos se quedaban mirándome, otros me ignoraban, no sabía cuál de las dos cosas prefería. Aquella aula era anormalmente grande, así cabía perfectamente todo el curso de cuarto. Me senté en los asientos de detrás, mientras esperaba que en cualquier momento apareciese Nathaniel. A mi lado había sentado una chica que también estaba sola, éramos las únicas que no estábamos en un grupo.
Pasó aproximadamente media hora, y empecé a sentirme algo más a gusto. Nadie me hablo, pero tampoco se metían conmigo, en mi interior daba saltos alegría, el siguiente paso sería hacer amigos, aunque aquello último me parecía algo más difícil.
Desde mi bolso comencé a escuchar pitidos, rebusque en ella hasta encontrar mi móvil. Lo desbloque y vi que Pam me había enviado un mensaje, las mariposas comenzaron vibrar en mi estomago, era la primera vez que tenía cobertura desde hacía días. Con nervios y casi sin atinar, abrí el mensaje: “¿Qué tal la escuela? Te echo mucho de menos, espero poder verte pronto”
Releí el mensaje varias veces, me sentí muy triste por ella, pero al contrario de mí, ella hacía amigos con mayor facilidad que yo. Sentí que al irme le daba una oportunidad de hacer más amigo. Durante los tres años anteriores, había estado la mayor parte del día conmigo para no dejarme sola, y así había conseguido dejar de hablarse con la mayoría de sus amigos. Siempre me había sentido muy mal por ella.
Comencé a pulsar a escribir el mensaje, acordándome de ella. “Estoy bien, aquí todo el mundo es muy amable conmigo, creo que ya he hecho un amigo” Le envié el mensaje esperando a que Nathaniel apareciese, pero paso más de una de un cuarto de hora.
Cuando ya me sentía rendida, aparecieron tres profesores. Sentí como mi estomago vibraba del nerviosismo, era la hora de saber con las personas que compartiría clase durante los siguientes nueve meses. Empecía dar toques en la mesa, mientras respiraba lentamente.
-Bienvenidos a un nuevo año en el instituto Sweet Amoris- dijo un profesor con aspecto desaliñado- este año contamos con una nueva alumna, no teníamos a alguien nuevo desde que comenzó el curso- sentí como mis mejillas enrojecían cando todo el mundo se quedo mirándome.
-Ahora pasemos a dividiros por clase- dijo una profesora bajita y regordeta.
Durante los siguientes diez minutos, la clase del A fue saliendo del aula, entre ellos Nathaniel, que debía estar en la reunión de los delegados por qué no lo vi aparecer. La profesora regordeta salió del aula con los primeros alumnos. El profesor desaliño comenzó a decir la clase que formaría el B.
-Anna Heat.
Me levante de un salto, como si un muelle hubiera sido accionado. Todos me miraron, me sentía extraña porque nunca había llamado la atención y ahora de golpe lo era, levante la cabeza, mientras en mi rostro se formaba una sonrisa. Avance hasta donde estaba el resto de los alumnos de la clase del B.
-Esmeralda de la Cort.
Entonces la vi, ojos que parecían piedras preciosas, verdes como las esmeraldas, brillantes como las estrellas incluso más especiales que los míos. Su cabello era caoba y lo llevaba recogido en un trenza larga, simplemente iba vestida con una camisa a cuadros algo vieja y unos vaqueros con botas, también viejas y estropeadas. Su mirada era impasible, no mostraba ninguna emoción. Un escalofrió me recorrió la espalda.
Cuando llego al grupo, nadie la recibió. Se mantuvo sola. De golpe me di cuenta de que era la chica que había estado sentada a mí lado. Pero había estado acostada en la mesa y no había podido verla bien. Al igual que yo parecía no caerle bien a la gente del instituto, pero al contrario de mí, ella parecía rehuir la compañía de los demás. Algunos del grupo la miraban y cuchicheaban, parecía haber algún cotilleo alrededor de ella, pero no pude escuchar de lo que hablaban.
Tras un rato, el resto de sus compañeros y ella salieron del aula. Estaba algo nerviosa, para que mentir, necesitaba conocer gente aparte de Nathaniel, necesitaba a una amiga, que entendiera las cosas de chicas. Subimos hasta la tercera planta, al final del pasillo, parecía la clase más tenebrosa de todos.
Cuando entramos en el aula, me senté a solas en medio del aula. Los demás alumnos hablaban alegremente entre, excepto Esmeralda, que seguía sola, impasible como una estatua, sus ojos tenían algo que me daba miedo, que hacía que mi cuerpo temblara.
No me gustaba absolutamente en nada aquella forma que tenía de mirar, como si hubiera sufrido, y mucho, y prefiriese mantenerse a un lado de todo. Desvié la mirada al suelo algo nerviosa.
-¿Esta libre?
A mi lado, había un muchacho que parecía mayor que yo, su cabello era rojo, y tenía los ojos grises. Vestía con una camiseta roja, una chaqueta negra, al igual que sus pantalones. En su cara había dibujada un sonrisa burlona.
-Adelante- dije corriéndome al lado de la pared y dejándoselo al muchacho.
Se sentó a mi lado. El profesor comenzó a hablar. El muchacho de mi lado directamente le ignoraba, sonreí burlón, haciéndole burlas. Entonces me di cuenta, el era uno de esos chicos burlones, que creían que tenían el mundo a sus pies, que podía conseguir cualquier cosa con solo pedirlo. Aquel era el tipo de persona que se metía conmigo en mi antiguo instituto. Necesitaba aparentar ser fuerte, para que no se volvieran a burlarse de mí.
El muchacho jugueteaba con su móvil, parecía chatear con alguien de la clase, aunque no estaba del todo segura. Una chica rubia de varios asientos por delante se giro sonrió, y le lanzo un beso. Con aquel gesto, ya no me gustaba, me recordaba a las chicas de mi anterior instituto.
Respire hondo, no debía tener tantos prejuicios contra ella no la conocía. Venía allí a hacer amigos no enemigos. Mis anteriores compañeros ni si quiera intentaron que fuera sus amigos, solo la miraron a los ojos y ya estaba todo hecho.
-¿Se puede saber que haces, Castiel?- dijo el profesor.
Apenas me había dado cuenta, de que el profesor se había ido acercando, lentamente a nosotros. Me había pillado completamente desprevenida, no era bueno empezar en un nuevo instituto de esa forma, despistándose con el primer chico que pasaba.
-Yo no estaba haciendo nada- dijo el muchacho- ella me ha lanzado el móvil, cuando se ha acercado.
-Eso es mentira- me defendí casi al instante, solo me faltaba aquello para caerle bien al profesor.
El profesor nos observo a los dos, trague saliva nerviosa, no era la primera vez que me enviaban al despacho del director, pero normalmente era cuando se burlaban de mí, pero jamás servía de nada porque seguían haciéndolo.
-Los dos al despacho de la directora- dijo el profesor tajante- ¡Ya!
Intente explicarme, pero la mirada que me lanzo, me dejo sin palabras, así que, salí de la clase seguida por el tal Castiel, que sonreía maliciosamente. Primera impresión que daba al profesor y a mi clase: Rebelde, y aquello no me gustaba nada, yo era un chica tímida y normal.
Salimos al pasillo y juntos nos dirigimos al despacho del director. Castiel parecía feliz, mientras que yo andaba de muy mal humor.
-De la que me he librado- dijo el muchacho- muchas gracias enana.
Me volví a él cabreada, mientras me observaba divertido. Jamás había estado tan enojada con nadie, era la primera vez que me hacían una jugarreta de aquel tipo.
-Las gracias te las debería de dar yo ¿No?- dije casi gritándole- Me has hecho quedar como un idiota delante de todo el mundo.
-Pero que dices- dijo pasándome el brazo por los hombros- te acabo de convertir en la chica más popular- entonces se acerco a mi oído y me susurro-conmigo puedes tenerlo todo.
-¿Y qué iba a querer yo que tu pudieras darme?- dije mirándolo directamente a los ojos.
-¿Nunca has querido ser popular?- dijo extendiendo el brazo por el aire -¿No me digas que eras popular?
-No- le respondí secamente- Era normal como quiero ser ahora.
Me deshice de su brazo y ande más rápido, pero parecía bastante encabezonado conmigo. Se adelanto a mí, y se puso andar hacia atrás.
-Me gustas enana.
Me pare en seco y cabreada le grite:
-¡Me llamo Anna!- dije muy enfurecida.
Creo que grite demasiado fuerte, pude oír, como en una de las aulas el profesor parecía haberlo escuchado y salía. Castiel me agarro del brazo y corrimos juntos por el pasillo. Notaba mi corazón palpitar en mi pecho, la adrenalina recorría mis venas, dándome euforia. Nos escondimos detrás de una columna y vimos como el profesor pasaba sin habernos visto. Cuando estuvo lo suficientemente lejos me relaje un poco.
-Creo que este curso nos lo vamos a pasar muy bien enana- canturreo Castiel.
Recordé las indicaciones que me había dado Nathaniel, para ir a la sala de los profesores, y justamente al lado estaba el despacho de la directora. Baje hasta la planta baja, seguida por Castiel, que sonreía con malicia. Podía notar su mirada en mi nuca, y me ponía nerviosa.
-¿Pretendes ir al despacho de la directora?- dijo el muchacho poniéndose a mi lado.
-Si- dije volviéndome hacía él-¿Tu no?
-Pues sinceramente me da igual- dijo con aire de indiferencia- pensaba ir a dar una vuelta por el pueblo o ir al bosque prohibido.
-¿Se pude saber que haces aquí Anna?- dijo una voz antes de que respondiera.
Me volví rápidamente. Allí estaba Nathaniel, debía de haber acabado la reunión de los delegados. Me observaba con gesto decepcionado y eso me hizo sentir mal.
-¿No deberíais estar los dos en clase ahora?- dijo Nathaniel mirándonos a los dos a la vez.
Cuando iba responderle, Castiel me interrumpió.
-¿Y a ti quien te importa Rubito?- dijo adelantándoseme a mí.
-Castiel estamos en el primer día de clase- dijo Nathaniel- ¿No podrías portarte bien ni el primer día?
-Hago lo que me da la gana- le respondió el muchacho algo cabreado- tú no eres nadie para controlarme.
-Castiel ya hablamos sobre esto el curso pasado- dijo Nathaniel cansado- recuerda en lo que…
-¡Ya lo sé!- dijo cortándole gritando- No hace falta que me lo repitas cada vez que nos vemos.
Castiel desapareció escaleras arriba, mientras Nathaniel y yo le observábamos.
-¿En qué lio te ha metido Castiel?- suspiro Nathaniel.
Le conté todo lo ocurrido en clase, pero preferí callarme la conversación que había tenido con Castiel, no tenía nada que ver con lo el lio que me había metido, así que… para que hacerlo, sería mi pequeño secreto.
-Siempre hace lo mismo- suspiro cansado.
-No pasa nada- le dije.
-La próxima vez que te moleste abisme ¿Vale?- dijo mirándome directamente a los ojos.
-Lo hare- dije agradecida.
Entonces recordé a la chica de los ojos como piedras preciosas, Esmeralda.
-¿Conoces a Esmeralda?- le pregunte sin rodeos a Nathaniel.
El muchacho se paró en seco y me miro directamente a los ojos algo confundido, como si hubiera dicho una palabra tabú. Me sentía algo avergonzada por haberle preguntado sobre, y me arrepentí casi al instante. Me sonrió y continúo caminando.
-¿A qué viene esa pregunta?- dijo extrañado.
-Era por curiosidad- dije intentando no meter la pata de nuevo- Estoy en la misma clase que ella.
-¿Entonces has visto sus ojos?-asentí- Son los más increíbles que he visto. Uno entre un millón.
Entonces recordé lo que me decía mi madre cuando me sentía algo triste por las burlas de mis compañeros: <
-¿Por qué es así?- dije volviendo a la realidad- Tan fría...
-Antes no lo era- dijo mirándome triste- hace unos cinco años era la persona más alegre que he conocido. Pero tras aquella catástrofe, no volvió a ser la misma.
-¿Qué ocurrió?
-Ahora no tengo ganas de hablar del tema- dijo sonriéndome- ya te contare esa historia otro día. El autobús está a punto de llegar, si quieres te acompaño a la parada.
Fuimos juntos hasta fuera del instituto, donde algunos alumnos ya habían finalizado su primer día de clase, y se reunían en grupos en el patio. Cuando nos vieron aparecer algunos cuchichearon, me escondí en mi chaqueta disimuladamente, estaba algo nerviosa.
Nathaniel parecía no darse cuenta o directamente lo ignoraba, porque ni si quiera les hizo ni el mínimo caso, al contrario de mí. Salimos del reciento, donde el autobús ya había llegado, algunos de los alumnos a subían a él. Sin querer, busque a Castiel entre la multitud, aunque al segundo me di cuenta de lo que hacía y me gire en rotundo.
-Yo vivo en el pueblo, así que no subo en el autobús-dijo Nathaniel- Adiós, hasta mañana.
Me despedida dándome dos besos en la mejilla como despedida. No pude reprimirlo y me sonroje levemente, aunque no tanto como la primera vez.
Sentí que aquel día había sido bueno, no había sido como me esperaba pero había estado bastante bien, Había conocido a Nathanielaniel, que la había tratado bien, o como Castiel que había sido un poco grosero con ella. Pero lo que más le había impactado era Esmeralda, como podía existir alguien con aquella mirada tan… no tenía palabras para describirla.
Un pitido sonó desde mi bolso, rebusque en el hasta encontrar mi móvil. Había recibido un mensaje, y aquel pitito solo lo tenía una persona: Pam. Abrí el mensaje con nerviosismo. “Espero que sea así, sin ti me aburro mucho ¿Hay chicos guapos? Casi al instante pensé en Nathanielaniel y en Castiel. Guarde la móvil nerviosa en cuanto llego el autobús.
Subí de las primeras y pude elegir asiento. Nadie se sentó conmigo, tampoco los esperaba, allí todo el mundo se conocía, yo era la nueva. Me propuse que al día siguiente me sentaría con alguien. Me di cuenta que estaba cogiendo algo de confianza. Mientras hablaba con Castiel, jamás se me habría ocurrido que podría hablarle a un chico de aquella forma. Normalmente me hubiera callado y hubiera mirado al suelo.
Estaba cambiando, me estaba volviendo más confiada, o puede simplemente que Castiel fuera la única persona en el mundo capaz de ponerme nerviosa, seguramente fuera aquello. Uno vocecita en mi mente me hablo: Es muy guapo y se ha fijado en ti. Pero al momento me recordé que era un idiota irrespetuoso, que ni si quiera se había aprendido mi nombre.
Deje aquellos pensamientos de lado, y me propuse retomarlos en otro momento. De mi bolsa saque mi Mp3 y busque una canción en especial, de Jace Evereth, que se había convertido en la banda sonora de una serie de vampiros. Me hundí entre sus letras durante el resto del viaje, cuando quise darme, el autobús estaba vacío por completo. A los pocos minutos paro en donde me había recogido aquella mañana y baje. Busque el 4x4 de mi madre pero no lo encontré por ningún, saque el móvil y le envié un mensaje diciendo que ya había llegado. Tardaría por lo menos diez minutos en llegar.
Busque un lugar donde sentarme. Cruce la carretera y me senté en una piedra. Desde allí podía observar el pueblo, que se encontraba en el fondo de un valle. Desde allí podía ver el instituto. Oí algo crujir por las piedras del camino, ya había llegado mi madre.
Me gire, pero allí no había nada. Entonces note como algo me observaba desde las profundidades del bosque. Trague saliva asustada, y lo observe todo con atención. Una sombra se deslizo a una velocidad inhumana, no pude oír el crujir de las hojas crujiendo tras sus pasos. Lentamente retrocedí, la sombra volvió a moverse, está vez más cerca de mí.
-¿Qué tal el primer día de clase?
Di un brinco asustada, mi madre había llegado con su 4x4. Me observaba algo extrañada.
-¿Ocurre algo cariño?- dijo preocupada.
Mire de nuevo donde había visto la sombra, pero ya no estaba ahí, había desaparecido de la misma forma que había aparecido.
-No nada- dije sonriendo.
Subí nerviosa mientras mi madre retomaba el viaje de vuelta a casa. Parloteaba sobre algo, pero yo no la escuchaba, solo podía escuchar el latido de mi corazón palpitando rápidamente en mi pecho.
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