Capitulo 2
Decepción
Una vez en el colegio tuve una miga, jugábamos juntas a las muñecas, nos quedábamos a dormir en la casa de cada una, nuestras madres eran muy amigas. Pero todo cambio, nada es para siempre, y en aquella amistad me di cuenta por primera vez. Después de varios ya no recuerdo su nombre, ni si quiera su cara si no la miro en fotos, entonces me di cuenta de que yo también lo hacía.
Mi corazón latía como un caballo desbordado cuando entre a casa. Deje mi bolso en la entrada, encima de una mesita, donde estaban las llaves y un marco de fotos, con una imagen mía y de Pam, antes de que yo me fuera hasta allí de viaje. Siempre que la miraba hacía que en mi estomago pesara, pero en aquel momento estaba demasiado nerviosa como para pensar.
En mi mente, aparecía una y otra vez la sombra que me había acechado en el bosque. Intente relajarme, pero no podía, las manos me sudaban, y mis piernas las sentía como gelatina. Corrí rápidamente hasta mi cuarto, sintiendo que allí no estaba segura. Desde allí podía ver el bosque en todo su esplendor, pero no veía nada extraño.
-¡La comida ya está puesta en la mesa!- grito mi madre desde la planta baja.
El olor a pasta me llego desde abajo, mi estomago rugía como un león, así que no pude resistirme a seguir vigilando desde allí y baje a comer. Mi madre, con su brillante sonrisa, había preparado macarrones con queso, uno de mis platos favoritos. Desde las grandes cristaleras entraba mucha luz, las nubes se habían retirado, dejando que el sol calentase nuestro comedor.
Me senté en la mesa y comí lentamente, normalmente solía ser más rápida, pero estaba demasiado despistada, pensando en aquella forma que había aparecido en el bosque. Puede que simplemente fuera un animal, pero era demasiado grande para ser un zorro, un lobo, o incluso un oso. Por boca de su madre había escuchado que por allí había osos, pero estaban en las zonas más altas de la montaña, y aunque su casa estuviese a gran altura, no era suficiente.
-¿Te ocurre algo cariño?- dijo mi madre notando mi preocupación.
Deje el tenedor en la mesa, apenas había comido. Mi estomago tenía un hambre voraz, pero yo no tenía ganas de comer, estaba demasiado intranquila para hacerlo.
-No- dijo intentando tranquilizarla- estoy bien tranquila, pero no me encuentro muy bien.
Recogí mis cubiertos, mi plato y mi baso. Volvía a mi cuarto el resto de la tarde, mi madre no me molesto, estaba escribiendo en su libro, que por fin continuaba después de varios meses de atasco. Navegue desde mi portátil, abrí mi email, y encontré un mensaje de Pam, con fotos de su viaje a Francia. También encontré un mensaje de Nathaniel, enviándome un horario, ya que me habían expulsado de clase y no me lo habían dado. Le agradecí que lo hubiera hecho, era muy atento.
La cena no fue muy diferente a la comida, mi madre preparo merluza con ensalada, pero apenas probé dos bocados. Estaba muy cansada, no eran ni las nueve y me quede durmiendo viendo uno de esos programas cutres, que la gente veía porque se gritaban y peleaban.
Soñé que Castiel me daba me molestaba durante la clase, y le gritaba muy fuerte, tanto que me expulsaron del instituto durante el resto del curso. Cuando desperté, estaba muy asustada, pero enseguida me di cuenta de que no me expulsarían por una tontería como aquella, con un simple castigo hubiera sido suficiente.
El sofá era bastante cómodo, así que toda la angustia que había tenido el día anterior desapareció como por arte de magia. Me sentía mucho mejor que los días anteriores, que los había pasado angustiada, ahora me sentía liberada como un pájaro.
Aquel día decidí ponerme unas botas de piel marrones, con pantalones vaqueros, y mi chaqueta de cuero marrón, con una camiseta de manga larga blanca. Desayune mucho, varias tostadas de pan y zumo de melocotón y un vaso de leche. Hubiera seguido comiendo, pero ya llegaba tarde. Subí a mi cuarto, me puse las lentillas y cogí mi mochila, su diseño era como si hubiera sido ametrallada por pintura.
Como el día anterior, mi madre me bajo a la parada del autobús con su 4x4. El autocar apenas tardo unos minutos en llegar, despedía a mi madre con dos besos y salí de allí. El autobús estaba vacío como el día anterior, me senté en los asientos de detrás, saque mis cascos y el Mp3 y estuve escuchando música el resto del viaje. Tenía ganas de entrar ya a clase, puede que hiciera nuevos amigos, aunque no tenía muchas de encontrarme con Castiel. Aquel chico me sacaba de las casillas, era el primero que conseguía cabrearme, yo que era muy tranquila.
El autobús paro en la entrada del instituto, baje y me dirigí a la clase, estaba a punto de tocar, tenía muchas ganas de ver a Nathaniel. Lo busque en el vestíbulo durante un rato, pero no lo vi, la sirena resonó por todo el edificio Decidí ir a mi clase ya, me prometí buscarlo durante el recreo.
Cuando entre a la clase, Castiel ya estaba allí, con una muchacha, su melena era rubia como el oro, su piel estaba muy tostada, sus ojos eran verdes. La reconocí como la chica que le enviaba mensajes durante el día anterior. La muchacha estaba sentada encima de la mesa de Castiel. Deje mi mochila en el sitio donde me senté el día anterior y fui hacia ellos.
-¿Lo has conseguido?- dijo la muchacha con voz melosa.
-Aun no- dijo Castiel con orgullo- es más peleona de lo que me imaginaba. Pero ganare la apuesta. Anna me besara en menos de una semana.
Al principio no supe de lo que hablaban, pero enseguida me di cuenta, no tarde apenas un segundo en darme cuenta. Un escalofrió me recorrió la espalda. Se había fijado en mí únicamente por una apuesta, me sentía mal pensado que era mínimamente importante para alguien. Sentía como las lágrimas afloraban en mis ojos. Respire hondo y las mantuve hay quietas. Me acerque a Castiel, que seguía hablando con aquella chica sobre mí, pero no les escuchaba. Le di varios toques y se giro.
-¿Qué quieres?- dijo al verme.
Mi mano se cerró en un puño, y le di en la mejilla. Cayo hacía atrás, hasta caerse al suelo.
-Yo no soy tu juguete- le dije cabreada.
Salí de la clase, las lágrimas florecían de mis ojos, ¿Cómo podía haber pensado mínimamente con que le gustara a alguien? Me sentía como una estúpida. Apenas veía nada, intente secármelas, pero seguían saliendo sin detenerse. Todo seguiría como antes, se volverían a meter con ella, la aislarían de todo. En ese momento necesitaba a Pam, para que me calmase. Había dejado mi mochila en clase, pero tenía mi móvil conmigo. Marque el número de Pam, que me lo sabía de memoria, no le había contestado a su mensaje así que posiblemente estuviera algo enfada conmigo. No me contesto, comunicaba. Lo volví a meter en mi bolsillo y me tropecé.
Había estado andando mientras intentaba llamara Pam. No me había dado cuenta de que había llegado hasta las escaleras que iban hasta el segundo piso, estaba demasiado atenta a móvil. Pensado que era suelo firme, continúe andando como si nada, entonces mi pierna no se apoyo bien y caí.
Lo vi a cámara lenta, en mi cabeza no paso mi vida por delante, pero falto poco. Cerré los ojos, automáticamente, temía lo que me fuera a pasar. Cuando pensé que caería rodando por las escaleras, choque contra algo blando. No sufrí ningún daño en absoluto, la persona con la que me había chocado me había protegido, sufriendo el peores daños. Le oí jadear cuando se choco contra el suelo.
Había mantenido los ojos cerrados durante todo el descenso. Cuando me sentí del todo segura los habría lentamente, estaba entre los brazos de un muchacho. No te como mis mejillas se sonrojaban casi al instante. Podía notar sus brazos rodeándome, me había protegido de la caída. Me sentí muy mal por él. Aparte sus brazos de mi cuerpo, y me puse a cuatro patas, entonces lo vi. Vestía con ropas de estilo victoriano, con colores negros. Su cabello era blanco grisáceo, brillaba con la luz de las lámparas, pero lo que más impresiono fueron sus ojos, unos era azul verdoso como el mar, el otro era dorado como el ámbar. Me quede observando sus ojos durante varios minutos, congelada.
-¿Estás bien?- me dijo el muchacho.
Tarde unos segundos en responderle, sus ojos me habían hipnotizado.
-Estoy bien gracias- dije agradecida de verdad.
Me levante y le di la mano y le ayude a levantarse. Entonces le muchacho se zarandeo, mareado, por acto reflejo, le abrace apara que no callera, casi al instante me arrepentí. Podía notar el calor de su cuerpo a través de mi ropa, respire entrecortadamente, mientras notaba que me ponía aun más roja que antes, mis mejillas ardían como el fuego. Olía menta, pero con demasiada fuerza. Ahora me preguntaba, ¿Como me la había hecho para acabar en aquel enrollo?
El muchacho se aparto de mí, pero continúe agarrándolo, no me fiaba de que se volviera a marear. Entonces me di cuenta que no debía de haberme acercado tanto a él, podría ser como Castiel, a partir de ese momento sería más cauta con los demás alumnos. Intente soltarle, pero aun no se encontraba muy bien y se agarro a mi brazo con más fuerza, haciéndome un poco de daño.
-¿Estás bien?- le pregunte preocupada.
-No mucho- dijo con la mirada perdida- me duele mucho la cabeza y estoy algo mareado.
Entonces se toco la parte de atrás de la cabeza, palpando algo. Entonces se miro la mano, su dedo índice estaba levemente manchado de sangre. Entonces las piernas del muchacho, perdieron la fuerza y casi cayo cae al suelo, si no fuera porque lo estaba sujetando, debía de haberse dado un golpe mientras me protegía, mis defensas volvieron a bajar y me dio mucha lástima.
-Sera mejor que te lleve a la enfermería, soy nueva así que no conozco mucho esto, guíame.
Apoyándose en mí brazo, me guio escaleras abajo, hasta la planta baja, recorrimos un largo pasillo, hasta el final. Encima de una puerta con aspecto lúgubre, estaba el descolorido cartel donde indicaba la enfermería. Abrí lentamente la puerta, era una sala bastante grande, a un lado había una mesa con un ordenador, varias camas con sabanas blancas y muchas de ellas escondidas tras cortinas para no ser vistas, las paredes eran amarillentas, en su día debieron de ser blancas, y el suelo parecía haber adquirido un blanco cenizo.
Dejo al muchacho sobre una de las camas, le obligue a acostarse. Cogí un par de gasas que habían en la mesa de y se lo puse en la cabeza. Cerró los ojos y se los tapo con la mano, me asuste un poco. No sabía si el golpe había sido muy fuerte, pero me sentía mal por él, necesitaba mantenerlo despierto.
-¿Cómo te llamas?- le pregunte al muchacho.
Este se aparto la mano de sus ojos bicolores, que los abrió al instante.
-Lysandre, aunque me puedes llamar Lys ¿Y tú?
-El mío es Anna, como habrás notado soy nueva.
-Ya me había dado cuenta- dijo el muchacho sonriendo, entonces me miro a los ojos y sonrió- tienes unos ojos violetas muy bonitos.
Sentí que un escalofrió me recorría la espalda, mi mente se quedo completamente en blanco, como si alguien hubiera limpiado mí mente.
-¿Cómo… lo has sabido?- dijo tartamudeando un poco.
-¿Esto es tuyo, no?- dijo alzando el dedo, en el que había una lamina ovalada de color marrón por el centro, la reconocí al instante.
-¡Mi lentilla!- dije, Lys me la entrego como un caballero.
-Se te debió caer cuando tropezaste y acabo en mi ropa.
-Muchas gracias me has salvado la vida- dije mientras observaba mi lentilla.
-¿Por qué escondes unos ojos tan bonitos detrás de eso?- dijo Lys.
-Porque no a todo el mundo le parecen una joya- dije cansada.
Antes de que el muchacho pudiese responderme, entro el enfermero. Era un hombre joven, de unos veinticinco años de edad, su cabello era castaño como las avellanas, y sus ojos parecían miel.
-¿Os puedo ayudar en algo?- dijo acercándose a nosotros.
-Ha sufrido un golpe por culpa de una caída.
Le destape la cabeza y el hombre pudo observar la herida de la cabeza de Lys. Pero antes, se puso unos guantes de látex, y le examino la herida. Antes de que pudiera verme alguien más, le dije al enfermero donde estaba el baño, y me indico al final del pasillo. Lave la lentilla y la volví a colocar, mis ojos volvieron a ser marrones.
Salí de aseo y fui a ver qué tal estaba Lys.
-¿Qué tal esta?- pregunte preocupada.
-Solo tiene una contusión leve, tiene una pequeña herida, así que la coseré y al final del día podrá volver a casa bien.
-Le importa si me quedo el resto del día con él- le pregunte al enfermero- ha sido por culpa mía que se diera ese golpe.
-No podre vigilarlo, tengo que ir a una reunión en el centro medicó. Así que mientras avises a tus profesores, y te dejen perfecto.
Antes de irse, el enfermo desinfecto la herida y la cosió. Le agarre la mano para darle apoyo, porque allí no tenían para dormirlo. Por la cara de Lys, parecía que le doliese bastante, pero no se quejo en ningún momento. Algo me retorcía el estomago, seguramente porque me sentía mal por lo que le había pasado.
El enfermero salió de la sala, dejándome a solas con Lys. Estuvimos en silencio durante un par de minutos, hasta que el muchacho hablo.
-Tu mirada es demasiado bonita para esconderla detrás de unas lentillas.
-Soy miope y las necesito- dije como escusa.
-¿No es por esa razón por lo que lo haces, verdad?
-Prefiero mantenerme en silencio- dije cansada
No le respondí a aquella pregunta. Me mantuve en silencio durante un rato. Me subí a la cama y me senté a los pies de esta. Lys se acostó y cerró los ojos. No quise molestarle, saque mi móvil del bolsillo para escribirle un mensaje a Pam, ahora estaba más relajada que hacía unos minutos. “Hay alguno, pero son un poco idiotas. He tenido un accidente y ahora estoy en la enfermería del instituto” En cuanto lo termine de escribir le di a enviar.
Estuve navegando por internet durante las siguientes horas de clase. La sirena sonó, desde allí pude escuchar el barullo que se formaba de los alumnos saliendo al recreo. Pero no hice mucho caso. Entonces la puerta se abrió, mi enfado volvió de golpe, al ver a Castiel entrando, con la mejilla enrojecida, seguramente por el golpe que le había dado antes en clase.
-¿Qué haces tú aquí?- dijo cerrando la puerta tras de sí, entonces miro a Lys y sus ojos se abrieron como platos- ¡¿Qué le ha pasado?!
Se acerco a la cama, donde descansaba Lys, que abrió los ojos algo cansado. Baje de la cama y me puse frente a él.
-Me caí por las escaleras- dije yo respondiendo a su pregunta- y Lys estaba en medio, y se llevo mis golpes.
-Anda que tú también podrías haber tenido más cuidado- me dijo Castiel como si hubiera matado a alguien.
-¡Pues fue gracias a ti por lo que me caí por las escaleras!- dije gritando.
-¡Yo no tuve nada que ver!- dijo alzando la voz más que yo.
-Me trataste como si fuera un juguete- dijo enfadada- y no me gusta.
Sentí mi rostro húmedo. Entonces palpe como una lágrima descendía por mi mejilla, no me había dado cuenta de que había comenzado a llorar, desvié mis mirada al suelo. Castiel iba a decir algo, pero callo. Bajo la vista y se acerco a la cama donde descansaba Lys.
-¿Qué tal estas tío?
-Me duele un poco la cabeza- dijo el muchacho- pero estoy bien.
Lys se dio la vuela y le enseño la gasa que había en su cabeza. Castiel puso cara de asco.
-Menos mal que tienes pelo- dijo Castiel intentando animarlo.
-Creo que voy a por mí mochila- dije yendo a la salida, pero Castiel me detuvo.
-Tranquila yo te la traigo- dijo intentando hacer las paces- y la de Lys también.
Castiel salió de la enfermería dejándome a solas de nuevo con Lys, había dejado de llorar, pero me sentía avergonzada por haberlo hecho delante de él, eso me hacía sentir débil.
-Me duele mucho la cabeza- dijo Lys- podrías contarme algo.
-¿Qué quieres que te cuente?- le pregunte extrañada.
-¿Cómo llegaste hasta este lugar?- me pregunto.
Pensé en contarle mis problemas en la escuela, pero preferí guardármelo para mí. Prefería contarle la excusa que me había dado mi madre.
-Mi madre es escritora- le dije sintiéndome orgullosa- llevaba un par de meses atascada en un capitulo y necesitaba cambiar de aire. Así que cambiamos la ciudad por una casa perdida por la montaña.
No quedamos en silencio, durante varios minutos, hasta que Castiel llego con nuestras mochilas, seguía teniendo cara de mal humor, preferí no decirle nada cuando me la dio, me mantuve en silencio.
La sirena del instituto volvió a sonar, por dentro me alegre mucho, por fin podía deshacerme de él podría volver a estar tranquila como había estado el resto de la mañana. Pero al contrario de lo que yo me pensaba Castiel se quedo conmigo y con Lys.
-¿No deberías ir a clase?- le dije fríamente, poniendo el máximo veneno posible a mis palabras.
-¿Y tú?- me respondió con tono burlón.
-Yo tengo el permiso del enfermero para que darme aquí- le dije acercándome a él.
-Pues yo tengo mi propio permiso para estar aquí- dijo alzando la cabeza con orgullo- ya que has tirado a mi amigo por las escaleras.
Sentí como la furia me recorría por dentro, jamás me había sentido así con nadie, ni si quiera con la gente que se burlaba de mí. Note como mis mejillas enrojecían levemente. De sus labios asomo una sonrisa socarrona, que la ignore por completo.
-No te soporto- le dije enfurecida- eres la persona más estúpida que he conocido- mi voz se alzo se fue alzando hasta convertirse en un grito.
Castiel se acerco a mí, sus ojos era lo único que podía ver, grises como el metal e igual de fríos. Pero había algo debajo de todo aquello, un brillo que no supo interpretar. Su sonrisa había desaparecido de un soplido, ahora estaba serio, impasible. Me hizo retroceder hasta el fondo de la sala, hasta arrinconarme contra la pared. Mi corazón latía como las alas de un colibrí, rápidas.
Con lentitud, se acerco a mi oreja y me susurro:
-No deberías juzgar a las personas antes de conocerlas- dijo con frialdad- porque te podrías llevar un susto, enana.
Se separo y volví a acordarme de respirar, los pulmones se llenaron de oxigeno, aliviándome por completo de aquel momento de tensión. Castiel se dio la vuelta y se acostó en una de las camas que estaban libres, de su bolsillo saco unos cascos y un Mp3, lo encendió y me ignoro por completo.
No le había respondido cuando me había llamado enana, es como si el mundo se hubiese parado y mis labios se hubieran sellado. Me sentía débil, las piernas me temblaban como la gelatina, en cualquier momento podría derrumbarme y no me podría volver a levanta.
Con las pocas fuerzas que tenía me acerque a la cama más cercana y me recosté allí. Cerré los ojos para intentar tranquilizarme, pero en cuanto lo hice, los ojos de Castiel aparecieron en mi mente, como recordatorio de algo. Los volví a abrir.
Durante aquello instantes había pasado algo, me había quedado congelada, como si no pudiera responderle. Así que debajo de toda aquella envoltura de ironía y de gracioso, estaba aquello, una persona fría como hielo, capaz de paralizarme los sentidos y mi mente. Era la primera vez que me pasaba algo así.
Estuve acostada durante un rato, perdida en mis pensamientos. La puerta de la enfermería se abrió y entro alguien, prefería quedarme donde estaba, tapada por las cortinas blancas que me protegían.
-¿Dónde está el enfermero?- dijo una voz fría.
Me levante de la cama, con los pelos algo revueltos, y me asome haber quien había entrado allí. Entonces la vi. Esmeralda, estaba allí plantada, su dedo índice caía unas gotas de sangre, y su mirada verde era impasible, como el resto de su cara. Un escalofrió me recorrió el cuerpo cuando planto sus ojos en los míos.
-Ha tenido que irse- dijo Lys alzándose de la cama- ¿Te ocurre algo?
-Me he hecho daño en el dedo- dijo enseñando su dedo índice al muchacho- me he cortado en clase de tecnología, mientras preparaba el proyecto de este trimestre. ¿Me podrías decir donde están las gasas?
Lys le señalo un armario acristalado. Esmeralda se acerco a él y lo abrió, saco un par de gasas. La observe desde allí, observando sus ojos como le mismo bosque. Castiel observaba todos sus movimientos, en su mirada había algo extraño, algo que jamás me habría imaginado en sus ojos metálicos, tristeza.
Pena, remordimientos, y tristeza, todo eso concentrado en una misma mirada, jamás podría haber imaginado, que alguien que me acaba de robar toda mi energía con una mirada, pudiese mirara de aquella forma a alguien.
Esmeralda o no parecía darse cuenta o la ignoro por completo, mientras se vendaba el dedo. Su cara seguía inmutable. Se termino de vendar el dedo, y se sentó en una de las camas de enfrente a la de Lys.
-Esperare a que venga el enfermero- dijo con voz impasible, su tono de voz no mostraba ningún sentimiento.
Durante varios minutos, estuvimos en silencio, incómodamente. Lys se mantenía acostado en la cama, con los ojos cerrados, Castiel jugueteaba con sus dedos, mientras que yo me mantenía quieta, las piernas ya no volvían a temblarme, si no que parecía estar clavadas al suelo.
-¿Qué tal están tus abuelos?- dijo Castiel rompiendo el incomodo silencio.
Esmeralda le miro a los ojos y se mantuvo impasible.
-Bien- dijo simplemente- ¿Y tus padres?
Castiel le dirigió una mirada llena de reproche, pero ella no se inmuto. Los ojos del muchacho ahora si parecían metal brillante, y afilados como una daga. Esmeralda continuo manteniendo el dedo tapado, desde allí podía ver la sangre saliendo de la gasa, de un color carmesí. Podía notar la tensión que se palpitaba entre ellos.
-Muy bien- dijo sonriéndole fríamente.
-Me alegro mucho- dijo Esmeralda sonriéndole. Era una sonrisa vacía, sin ningún sentimiento, nada, solo había movido los músculos de sus labios.
-¿Y qué tal están tus padres?- dijo Castiel, con sus ojos metálicos.
La vacía sonrisa de Esmeralda desapareció como un soplido. Por primera vez pudo notar en su rostro, un sentimiento, sus cejas se movieron levemente, aunque desde allí no podía estar segura. Sus ojos se cerraron levemente, como si un depredador estuviera vigilando a su presa.
-Bien- dijo simplemente.
La conversación termino tal y como había empezado. Se quedaron en silencio durante un rato. Pase por el pasillo, pero nadie me hacía caso, todos se mantuvieron quietos. Me senté en la cama donde descansaba Lys, y Castiel estaba sentado, me puse justo detrás de él para protegerme de la mirada de Esmeralda. Castiel se mantenía tenso.
Esmeralda se levanto de la cama y fue hacía la puerta.
-Veo que el enfermero no llegara pronto- suspiro, intentando mostrar un sentimiento, pero en su rostro era casi imposible- volveré a clase, le diré al profesor que estáis cuidando de Lysandre.
Salió de la habitación tal y como había llegado, como un suspiro. Ahora Castiel ya no me daba miedo como hacía unos instantes, ahora me lo daba Esmeralda, había podido con él, como si nada. Cerró la puerta tras de sí, dejándonos a los que estábamos allí en silencio.
-¿Castiel estas… bien?- dije tras ver su cara, tensa.
-Sí- dijo respondiendo secamente- estoy bien.
Preferí no preguntarle nada más. De mi bolsillo, saque mis cascos y me puse la música a todo volumen. Me sumergí en las notas de aquella balada, mientras cerraba los ojos y me relajaba por completo. Castiel continúo allí sentando, quieto.
Tras varias horas sin hacer nada, la sirena volvió a sonar. Mire la hora y me di cuenta de que ya era la hora de volver a casa. Me levante de la cama. Recogí mi mochila del suelo, junto con la de Lys.
-Al menos déjame que te lleve la mochila- dijo sonriéndole con tristeza.
-Tranquila no pasa nada- dijo sonriendo-Castiel puede acompañarme hasta casa, los dos vivimos en las afueras.
Salimos de la enfermería, los tres juntos, como si hubiéramos sido compañeros siempre. La gente que salí de clase, se quedaba mirándome, algunos con envidia y otros con odio. Me sentía algo avergonzada. Castiel me paso el brazo por mi hombro y sonrió
-¿Te gusta que te miren? - dijo sonriendo con picardía, recuperando su antigua personalidad de idiota, que tanto odiaba- algún día serás la persona más popular del instituto.
Aquella vez no me deshice de su brazo, un rato después no supe porque no lo hice, durante horas lo estuve pensando, pero no tuve respuestas. Lo mire a sus ojos metálicos sonreí con desgana. No debía tomar tan a la ligera a Castiel. Parecía ser completamente diferente cuando se enfadaba.
Llegamos hasta la puerta del Sweet Amoris y le entregue la mochila de Lys.
-Cuida de él- le susurre.
El me sonrió pícaramente, mientras cargaba la mochila en hombro. Los dos se fueron calle abajo, hasta que no los vi desaparecer entre las casas del pueblo, no subí al autobús. Me acomode en uno de los asientos de detrás, sola, como los días anteriores, notaba las miradas puestas en mí, como agujas clavándose en mi nuca.
Saque de nuevo mi Mp3 y me puse la música a todo volumen. Cerré los ojos para intentar tranquilizarme. Note como el autobús comenzaba a avanzar por las carreteras. La vista desde allí era preciosa, los bosques eran verdes, como una joya brillante. Pasaron por un escarpado acantilado, donde descendía un fino hilo de agua.
Una cosa me quedo clara después de aquel día, Esmeralda y Castiel tenían una especie de tensión entre ellos, se portaban bien delante de los demás. Parecían sentir odio entre los dos, pero no tanto como para pelearse. Puede que solo hubiera sido mi imaginación. Tenían que ser por los padres de ellos, como si hubiera algún problema entre ellos.
Durante el resto del viaje estuve machacándome la cabeza, pero todas las cosas que se me ocurrían eran tonterías sin sentido, la mayoría eran imposibles. Me prometí que al día siguiente le preguntaría a Lys o Nathaniel, al que por cierto no había visto en todo el día, y no me iría hasta que no lo consiguiera. También me prometí que aquel día iría a clase, gracias a Castiel no había asistido a las anteriores.
El autobús paro, justo delante del coche de su madre, que aquel día sí que la esperaba, ninguna sombra me acechaba desde el bosque. Baje del autocar, dando saltitos, era extraño, me sentía bien por dentro, después de haber tirado a un chico por las escaleras y haberme peleado con otro.
Subí al coche y me puse al cinturón, sonreí a mi madre, esta vez con sinceridad.
-¿Qué tal el día cariño?- dijo sonriendo con luminosidad.
-Muy bien- le dije con sinceridad.
El motor de 4x4 comenzó a rugir. Comenzó a ascender la escarpada cuesta, en la radio sonaba un tema de rock muy conocido, pero no recordaba cómo se llamaba. Mientras pensaba como se llamaba, lo vio por el rabillo de ojo, una sombra deslizándose a una velocidad increíble.
Me gire con rapidez, pero ya había desaparecido. Trague saliva, me estaban vigilando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario